Para educar es necesario un clima de orden, paz y sosiego que solo se consigue cuando la convivencia entre quien enseña y el estudiante es correcta y adecuada. La disciplina no es un objetivo, es un medio que permite enseñar y educar. Su misión es ayudar a que la armonía entre todos los miembros del proceso educativo sea la mejor posible. Sin disciplina al docente le es imposible alcanzar los objetivos educativos que se ha propuesto; y en consecuencia, al educando le es imposible aprender.
Por lo tanto, la disciplina es tan necesaria para los estudiantes como los docentes. Con la disciplina el educando además de aprender unos contenidos, aprende algo muy importante que es saber guardar silencio y escuchar, pedir y esperar el turno de palabra y respetar a sus semejantes. Si el profesor gestiona la disciplina en todas sus tareas educativas evitará faltas, desórdenes, conductas incorrectas y los castigos que a nadie agradan y generan un gran malestar. Cuando la disciplina está presente en el aula de clases, le permite al docente ayudar a crecer a sus estudiantes.
Como todos sabemos, conseguir la disciplina no significa lograr amaestrar de los estudiantes ni nada que se le parezca, sino que es algo muy distinto. Conseguir la disciplina es mucho más que mantener interesados a los educandos para poder impartir la clase sin perturbaciones de ningún tipo (ruidos, desorden, faltas de respeto, etc.). Conseguir la disciplina significa lograr que cada estudiante tenga sus razones para aceptar y querer el control de sí mismo, traducido en un orden y una conducta adecuada. Esto tan importante no se consigue con la aplicación de un reglamento de conducta y un listado de sanciones en mano. Tampoco se consigue avergonzando a los estudiantes, recurriendo al miedo, o sin esfuerzo personal por parte del educador.
En este sentido, vale la pena enfatizar la importancia que tiene el hecho de incluir en la formación de los docentes contenidos que los preparen para abordar adecuadamente la disciplina en el aula. Se trata, de que los estudiantes sean disciplinados porque quieren y no porque no puedan no serlo. ¿Cómo puede el docente alcanzar ese alto objetivo? Una forma es proporcionando a los educandos razones y argumentos para que ellos puedan por su cuenta decidir ser disciplinados. Por supuesto tendrán que ser razones y argumentos sólidos y profundos, es decir, convincentes. Sin lugar a dudas, esta es la manera más eficaz y duradera de conseguir la disciplina en el aula, pero igualmente la más difícil y que más tiempo reclama al educador, pues requiere muchas conversaciones personales serenas y profundas y una cierta madurez por parte de los alumnos que a veces les cuesta alcanzar.
En síntesis, alcanzar un aula disciplinada les permite a los docentes desarrollar la importantísima labor educadora que la sociedad les ha confiado. La disciplina, considerada como una forma de hacer y actuar correctamente, es un valor imprescindible en educación. Más que la sanción, lo importante es poner los medios para que el estudiante indisciplinado decida por su cuenta rectificar su conducta.