El aprendizaje en el aula, requiere que los educandos presten atención, observen, memoricen, entiendan, establezcan metas y asuman la responsabilidad de su propio aprendizaje. Estas acciones cognitivas son imposibles sin la participación activa y el compromiso de los estudiantes. Los docentes deben ayudar a los estudiantes a ser activos y orientar sus metas, al construir sobre su deseo natural de explorar, entender cosas nuevas y dominarlas. Cuando el educador crea ambientes de aprendizaje interesantes y desafiantes que alienten la participación activa de los estudiantes, se convierte un reto para los docentes.
Para muchos investigadores la participación social es la principal actividad a través de la cual ocurre el aprendizaje. La actividad social y la participación inicia a edad temprana. Los padres interactúan con sus hijos y a través de estas interacciones los niños adquieren las conductas que les permiten convertirse en miembros efectivos de la sociedad. De acuerdo con el autor Vygotsky, los niños aprenden haciendo suyas las actividades, hábitos, vocabulario e ideas de los miembros de la comunidad en la que crecen. El establecimiento de una atmósfera cooperativa, de colaboración y fructífera es una parte esencial del aprendizaje escolar. La investigación ha mostrado que la colaboración social puede mejorar el aprovechamiento del estudiante. Si provee interacciones motivadoras o alentadoras, la colaboración contribuye al aprendizaje.
No obstante, muchas actividades escolares no son significativas dado que los estudiantes no entienden por qué las están haciendo ni cuáles son su propósito y utilidad. Algunas veces las actividades escolares no son significativas porque culturalmente son inapropiadas. Muchas instituciones educativas son comunidades en las que educandos de diversas culturas aprenden juntos. Hay diferencias culturales sistemáticas en las prácticas, hábitos, roles sociales, etcétera, que influyen en el aprendizaje. Algunas veces, actividades significativas para estudiantes que provienen de un grupo cultural no lo son para alumnos que provienen de otro grupo cultural.
Los maestros pueden hacer más significativas las actividades del aula al situarlas en un contexto auténtico. Por nombrar algunos ejemplos, cuando la actividad es usada típicamente en la vida cotidiana, los educandos pueden mejorar su lenguaje oral y sus habilidades de comunicación al participar en debates; sus habilidades de escritura pueden mejorarse cuando participan en la edición de un periódico escolar; pueden aprender ciencia al participar en un proyecto ambiental de su aula o comunidad. Asimismo, es importante para los docentes estar al tanto de las diferencias culturales entre los niños de su aula y respetarlas. Deben verlas como fortalezas sobre las cuales construir más que como defectos. Las rutinas escolares que no son familiares para algunos estudiantes pueden ser introducidas gradualmente, con el fin de que la transición sea menos traumática para los grupos étnicos.
En síntesis, las actividades sociales son interesantes por sí mismas y ayudan a mantener a los estudiantes involucrados en su trabajo académico. Los estudiantes trabajan más intensamente para mejorar la calidad de sus productos (ensayos, proyectos, artesanías, etcétera) cuando saben que éstos serán compartidos con otros estudiantes. Los educadores pueden hacer muchas cosas para alentar la participación social que facilite el aprendizaje, tal como:
1. Ordenar a los estudiantes para que trabajen en grupos y asumir el rol del coordinador que provee guía y apoyo a los grupos.
2. Crear un ambiente de clase que incluya lugares de trabajo grupal donde los recursos sean compartidos.
3. A través del modelaje y la coordinación, enseñar a los estudiantes cómo cooperar unos con otros.
4. Crear escenarios para que los estudiantes interactúen unos con otros, para que expresen sus opiniones y evalúen los argumentos de otros estudiantes.