Las funciones de los docentes universitarios fundamentalmente están reflejadas en actividades de docencia, investigación y extensión. Adicionalmente, el docente realiza otras actividades propias del cargo como los son: ser miembro o coordinar diferentes comisiones, coordinador de asignatura, jefe departamental y hoy en día en Venezuela se promulga la Ley de Servicio Comunitario del Estudiante de Educación Superior, con lo cual las actividades a participar aumenta.
Tradicionalmente, se ha evaluado la actividad pedagógica en el aula y dejan aún lado las otras actividades, las cuales requieren tiempo de dedicación y paradójicamente, se premia la investigación por encima de la actividad de aula. Este escenario hace necesario que se articulen nuevos mecanismo de evaluación del docente universitario en forma integral, con la finalidad de que las universidades en su accionar metodológico den mayor respuesta a las necesidades presente y futura que la sociedad demanda y el país requiere.
Las necesidades de adaptar a un modelo de evaluación de las funciones del docente universitario, la cual tradicionalmente esta direccionada en la actividad en el aula y dejando de un lado las funciones de investigación y extensión. Al evaluar la actividad en el aula se basa en un cuestionario con las dimensiones de interés que lejos de aportar soluciones a largo plazo se convierte en paños de agua fría que alivia una coyuntura, pero no cura la enfermedad.
En el momento socio histórico que atraviesan las universidades venezolanas es cuando se requiere de una refundación de la manera de evaluar y accionar con la finalidad de direccionar el camino que las instituciones de educación superior deben tomar para dar respuesta a las necesidades que la sociedad demanda y que el país necesita para cumplir con el desiderátum para la cual fueron creadas.
Para dar inicio al éstas reflexiones, considero relevante citar lo expuesto por García (2003), en donde expresa: “las Universidades nacieron para ser alfarero de la verdad y de su seno emergió una nueva profesión, el profesor universitario un hombre que profesionalmente tiene una actitud de profesor y de sabio, en la suma un intelectual”.
El evaluar la actividad del docente es un tópico que ha generado discusiones, comentarios, análisis, enfrentamientos y publicaciones de diferentes autores e instituciones. Litwin citado por Vain, (2012), sostiene que “el campo de la evaluación da cuenta de posiciones controvertidas y polémicas no solo desde una perspectiva política, sino también desde la pedagógica y didáctica”.
Adicionalmente, las otras funciones accesorias que desempeñan los docentes universitarios, se traducen en participar en diferentes comisiones, reuniones de departamentos, programas u otras actividades las cuales exigen una inversión de tiempo y cuyos logros o desacierto no son evaluados con la rigurosidad requerida y a su vez no es registrada como tiempo de productividad.
la evaluación de la actividad en el aula del docente, su origen viene representado por la insatisfacción percibida por los estudiantes, por la falta de atención de dicha actividad que es de vital importancia, la cual es la principal razón de ser del docente universitario y a su vez la menos reconocida tanto por la institución como por el estado.
Esta falta de reconocimiento institucional, la predilección por el estatus que da la investigación al docente y la intención del que aspira el cargo de docente universitario la cual he percibido vivencialmente y es expresado magistralmente por Harding y Sayer en el año de 1976. Asimismo, Ruiz (1996) manifiesta que: “Una persona adopta la decisión de dedicarse a la docencia universitaria, en la mayoría de los casos no es atraído por la enseñanza; lo más usual es que esté motivada por la investigación”. Esta verdad con vigencia actual hacen mella en la actividad de aula perjudicando la docencia universitaria siendo esta la principal actividad a realizar y razón de ser de la institución.
La evaluación del docente es entendida tradicionalmente, como la que se realiza a través de un cuestionario en el que, en mayor o menor medida, intenta obtener datos de determinadas dimensiones asociada a la labor docente en el aula, situación que hasta el momento en las universidades en la que se aplica en la mayoría de las oportunidades es vista como punitiva y no formativa por parte del evaluado.
Esto hace que por presión más que por motivación que el docente temporalmente realice un cambio en su actuación que a la larga no repercute positivamente en el acontecer en el aula. Muñoz (1996) manifiesta que existe una corriente denominada “más actual”, la cual establece modelos de evaluación que parten de la autoevaluación como un proceso reflexivo y participativo que permite describir y valorar la realidad, implicando a todos los miembros de cara a la mejora de la calidad.
El involucrar procesos reflexivos en la actuación en el aula permite que los cambios y mejoras de la calidad de esta actividad sean más permanentes en el tiempo. Estos procesos reflexivos deben tener el acompañamiento de soluciones por parte de los gerentes de turno que puedan gestionar, motivar y fomentar la excelencia académica que es el deber ser y en la realidad conforman los primeros obstáculos a vencer dada su improvisación, inexperiencia como gerente y la carencia de formación para encaminar o llevar a feliz término las mejoras a largo plazo.
También, resulta contradictorio que las universidades comiencen a evaluar al docente sin que, previamente, haya sido seleccionado, formado adecuadamente y supervisado para la función que se le exige. Adicionalmente a esto, la visión futurista del que hacer académico son los entornos virtuales, de los cuales una gran mayoría de docentes lo desconocen dado que son analfabetas funcionales ante una herramienta tecnológica y los que se aventuran a emplearlas las instituciones tienden a carecer de los conocimientos e instrumentos para medir el alcance de dicha actividad.
Es imperioso mencionar las funciones de investigación y extensión. La primera como hace referencia Díaz (1998), “…la actividad investigadora del profesorado universitario se ha potenciado notablemente durante los últimos años la función docente se halla sometida a una progresiva devaluación tanto desde el punto de vista profesional como social”.
El sistema de evaluación del docente, necesariamente requiere de una unidad académica que organice dicho proceso y que a su vez esté integrada por investigadores en el área educativa en el entorno universitario. En común se plantean que dicha unidad, la que se denomina de evaluación institucional, sirva como un instrumento estratégico para la mejora de gestión de la calidad de la educación, poniendo claramente de manifiesto el rol estratégico de un sistema de evaluación.
Cuando se logre esto y se venza la resistencia a la innovación con líderes éticos, proactivos, formados para ejercer sus roles desde un coordinador de asignatura hasta un jefe de departamento se lograra avanzar en el direccionamiento de la calidad y excelencia de las universidades.
Las universidades deben realizar un proceso de reingeniería con la finalidad de dar respuesta a las necesidades sociales que el país demanda y requiere. Para ello, necesita un docente integral que cumpla con las funciones para la cual se comprometió al momento de ingresar a la institución y que la misma actualice y de respuesta a su misión y visión que justifique su existencia y permanencia en el tiempo.
Hoy en día la actividad del docente en más abrumadora por diferentes factores embebidos, entre estos podemos mencionar la realidad socio política (regional, nacional e internacional) que vive, la incorporación de nuevas tecnología, entre otros factores. Para dar respuesta a las necesidades que el país requiere las instituciones de educación superior deben actualizar y fomentar los mecanismo que permitan evaluar a sus docentes en sus funciones (docencia, investigación y de extensión) y es por ello, que requiere reformar y retornar a la génesis de su fundación y un punto de partida para lograrlo es la evaluación de la función docente como una herramienta de diagnóstico, control y fuente de motivación que permita el desarrollo integral del docente universitario.