Al aprender a través de la insistencia, al buscar el movimiento persistente de práctica y revisión, se puede seguir el patrón del mundo real, donde no hay un punto de parada o una razón para dejar de hacer cosas que valen la pena. Más bien, aprendemos, y vivimos, por el proceso humano de la reparación diaria. En teoría, los mapas curriculares son asombrosos y se encuentran entre las mejores herramientas de mejora escolar que puede utilizar. Es el campo de pruebas para toda la teoría y la retórica, donde usted y los estudiantes deben rendir cuentas al hacer un plan claro para lograr al final del año todo lo que esperan.
Pero en la práctica, los mapas curriculares casi siempre no son los documentos de «vivir, respirar» que promueven expertos como Hayes. En cambio, son cosas muy muertas: prisiones sin vida de contenido que se cubrirán y cuadros que se resaltarán en las reuniones del Equipo de datos y la Comunidad de aprendizaje profesional. Para que un mapa curricular debe ser adaptativos y circulares en lugar de rígidos y lineales. Deben, por diseño, ser capaces de responder al desempeño de los estudiantes.
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