La relación entre neurociencia y educación ha permitido comprender que el aprendizaje no es un proceso lineal, sino la interacción dinámica de diversos procesos cognitivos que estructuran la experiencia formativa. La atención se configura como la puerta de entrada a la información, mientras la percepción transforma estímulos en significados. La memoria garantiza la retención y recuperación de conocimientos y el lenguaje actúa como herramienta central de comunicación y construcción del pensamiento. Este último, junto con la capacidad de razonamiento y resolución de problemas, potencia el desarrollo crítico y creativo. Además, la motivación y la emoción se revelan como factores determinantes que fortalecen o inhiben el aprendizaje. En este sentido, comprender estos procesos desde la neurociencia permite diseñar estrategias pedagógicas más efectivas, inclusivas y adaptadas a las necesidades de los estudiantes. Así, se evidencia que educar con base en la neurociencia es apostar por un aprendizaje más humano, integral y transformador.
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