La naturaleza psíquica de la persona exige la colaboración del docente y del estudiante de manera que la actividad rectora del docente deje cada vez más espacio a la actividad propia del estudiante, para permitirle pasar por completo a la autoactividad y a la autoeducación. El docente debe ser consciente de sus límites; por más que lo intente, no podrá lograr comprender perfectamente la naturaleza del estudiante, sin preguntarnos todavía si el mismo docente se conoce a sí mismo. En una pedagogía de sentido no se pueden llevar todas las personas por el mismo camino, ni cortarlas por el mismo patrón ya que es necesario dejar espacio para la originalidad de cada uno.
Los docentes se olvidan con frecuencia que su misión exige tener una alta exigencia ética y moral, más que en lo conceptual; este requerimiento se debe reflejar en su vida diaria, en el aula, en la relación con sus estudiantes, sus pares, la institución y la sociedad en general. Es por éstos que la educación debe propiciar un ambiente en donde se establezcan relaciones sujeto-sujeto y no sujeto-objeto, lo que exigirá una práctica reflexiva continua que, para Perrenoud, no se puede separar de la totalidad de la práctica profesional.
La idea es que la reflexión que se convierta en un componente duradero en la vida del estudiante, esto nos muestra en la práctica que solamente un formador reflexivo puede formar estudiantes reflexivos cuando se aplica la reflexión en las diferentes actividades para no aceptar sin más las evidencias, los problemas definitivamente resueltos, los argumentos de autoridad. Es necesario que los docente y estudiantes aprendan a ser practicantes reflexivos desde la complejidad, en el sentido ampliamente estudiando por Morín, a través de una reflexión más distanciada a posteriori, una reflexión sobre la acción, de lo contrario, una vida tranquila tiene el peligro de calmar la búsqueda de sentido, de llevar a evitar preguntarnos el porqué de nuestro hacer, de nuestras reacciones, de nuestros sentimientos de nuestras visión del mundo.
La práctica reflexiva es, un argumento de actitud más que una competencia metodológica en el que el hábito de pensar, dudar, sorprenderse, plantearse preguntas, leer críticamente, discutir, constituye una relación activa, crítica y autónoma con el mundo; es un reflexionar sobre la propia práctica, la propia historia, los hábitos, la familia, la propia visión del mundo, la relación con los demás y las características propias de la propia cultura.
Sin embargo, es fácil comprender por qué no se puede llenar el currículo de conocimientos disciplinares y metodológicos, dejar tiempo y espacio para la resolución de problemas y el aprendizaje práctico de la reflexión profesional. La reflexión es una excelente herramienta que nos ayuda, según Perrenoud, “a reconocer una postura inadecuada, un prejuicio sin fundamento, una indiferencia o una imprudencia culpables, una impaciencia excesiva, una angustia paralizante, un pesimismo o un optimismo exagerados, un abuso de poder, una indiscreción injustificada, una falta de tolerancia o de justicia, un fallo de anticipación o de perspicacia, un exceso o una falta de confianza, un acceso de pereza o de desenvoltura”.
De acuerdo con Spranger quién afirma que en la educación no se trata de mover grandes masas corporales sino almas, ya que la educación es siempre un despertar en la que el docente debe transformarse en una llama que alguna vez inflamará a todo el hombre; una llama que impregna al otro para ayudarle a despertar, que proyecta fuerzas fuera de sí mismo, que entrega su vida al mundo, que concede sentidos significativos para la persona. Depositario de la humanidad en sus más caros principios y valores, asume su tarea con responsabilidad, por eso es muy pobre la realidad que vemos en las aulas de docentes que quieren centrarse solo en temas del saber y habilidades, olvidando su misión de ser guía y vigía de la persona total; el docente ha de crecer en la victoria del bien, orientando siempre la educación para el desarrollo y la liberación. Es un ayudar a despertar, enseñar, en sentido socrático.