En la mayoría de las instituciones educativas, no es de muy extraño que los docentes sean profesionales que provienen de diferentes áreas de preparación; que entran en la docencia por convicción personal, o como un medio laboral viable para desarrollarse en el campo productivo. Lo anterior se evidencia porque, a pesar de la buena preparación profesional que posean los docentes, el nivel de disposición en el aprendizaje por parte de los estudiantes es condicionado, provocando desaliento, aburrimiento e incluso deserción de los mismos de su institución educativa.
Por ello, es necesario que surja una innovación por parte de las unidades académicas y los docentes, que inicia precisamente por reflexionar en la trascendencia que tenemos para la formación del estudiante, no tan sólo en su desarrollo profesional, sino en su formación como un ser humano, con valores y principios tan necesarios en nuestra época.
En la actualidad se estima que un factor importante, es que el docente identifique sus carencias educativas, pedagógicas, y de comunicación con sus estudiantes. No debe conformarse con ser únicamente un trasmisor del conocimiento, porque sería como sembrar en un terreno poco fértil y árido; logrando con ello pocos frutos de su labor.
El dominar el contenido de una asignatura, no equivale a establecer un verdadero aprendizaje; sino, que es indispensable establecer relaciones de comunicación y confianza; así como afectivas entre el estudiante, unidad académica y el docente. Por medio de una reflexión para entender el significado de la docencia, entraremos a la problematización, entre ésta y la educación en su conjunto. La actuación del docente, cualquiera que ésta sea, no se explica por sí misma, no es producto del azar ni resultado natural de las cosas; toda actuación docente es expresión de las concepciones que sobre aprendizaje, enseñanza educación, estudio y conocimiento, subyacen implícitamente de él mismo.
Por ello la reflexión sobre la práctica debe ser necesariamente una reflexión analítica guiada, por una claridad mínima de conceptos con los cuales se le mira e interpreta. Es necesario que exista una renovación de la práctica docente, ya que como se mencionó anteriormente es un pilar importante para una trasformación permanente de la profesionalización de la misma.
Aunque es difícil llegar a un consenso, acerca de los conocimientos y habilidades que un “buen profesor” debe poseer, pues ello depende la opción teórica y pedagógica que se tome, de la visión filosófica, de los valores y fines de la educación con los que se asuma un compromiso.
Según Cooper (1991), pueden identificarse algunas áreas generales de competencia docente, congruentes con la idea de que el profesor apoya al estudiante a construir el conocimiento, a crecer como persona y a ubicarse como figura critica de su entorno. Dichas áreas de competencia son las siguientes:
- Un conocimiento teórico bastante profundo y pertinente acerca del aprendizaje, el desarrollo y comportamiento humano.
- Un despliegue de valores y actitudes que impulsen el aprendizaje y las relaciones humanas genuinas.
- Un dominio de los contenidos o materias que enseña.
- Un control de estrategias de enseñanza que proporcionen el aprendizaje del estudiante y lo hagan motivante.
- Un conocimiento personal práctico sobre la enseñanza.
De acuerdo con, Carrascosa, Furió y Martínez-Torregrosa. Consideran que la actividad docente, y los procesos mismos de la formación deben programarse con la intención de generar un conocimiento didáctico o saber integrador, el cual propague el análisis clínico o teórico para llegar a propuestas concretas y realizables que permitan trasformación positiva de la actividad docente. La continuidad conductora de este proceso de cambio didáctico, es la problemática que genera la práctica docente y los propios pensamientos espontáneos sobre la docencia.
Siendo fieles a los principios constructivistas, la utilización de situaciones problemáticas que enfrenta el docente en su práctica cotidiana, es la plataforma para construir el conocimiento didáctico integrador al que se hizo referencia anteriormente. En su propuesta de formación para docentes, estos autores parten de la pregunta, ¿Qué conocimientos deben tener los docentes? A la cual bosquejan los siguientes planteamientos didácticos:
- Conocer la materia que han de instruir.
- Conocer y cuestionar el pensamiento docente espontáneo.
- Adquirir conocimientos sobre el aprendizaje.
- Hacer una crítica fundamental de la enseñanza habitual.
- Saber preparar actividades.
- Saber dirigir la actividad de los estudiantes.
- Saber evaluar.
- Utilizar la investigación e innovación en el campo.
Por todo lo anterior, es evidente que enseñar no es sólo proporcionar información, sino ayudar a aprender. En consecuencia podemos afirmar que el estudiante desarrolla su conocimiento gracias a la interacción que existe entre él y las personas que conforman su ambiente social; así como sus compañeros de aula determinarán un resultado importante. Esto implicará adquirir los conocimientos, habilidades y valores necesarios que le sirvan al estudiante, para su desarrollo personal y profesional; promoviendo una actividad auto-estructura o constructiva de él mismo.
En definitiva, las innovaciones tecnológicas educativas como: la vídeo conferencia, el correo electrónico y el Internet deben modificar la tarea de la enseñanza y el aprendizaje, en relación a los contextos socioculturales contemporáneos; en muchos aspectos diferentes a aquellos en los que tuvo lugar nuestra formación inicial.