Conectar las palabras “educación” y “concientización” tiende a recordar de inmediato el trabajo y el pensamiento de Paulo Freire, cuya contribución puede considerarse de manera muy lúcida desde el campo del ministerio educativo. Para Freire, “la educación es evento gnoseológico, ejercicio de la libertad, aproximación crítica a la realidad”. Esto es, porque su dirección muestra críticamente la íntima relación y la armonía que deberían existir entre la práctica y la teoría.
Freire demuestra de manera consistente y explícita los vínculos que existen entre los fundamentos filosóficos y los principios de la práctica educativa. Asimismo, interpreta la vinculación entre práctica y teoría no en términos de obstáculo o superioridad de la una sobre la otra, sino como una asociación dialéctica que subraya tanto la tensión y correlación critica.
Una de las grandes percepciones de Paulo Freire, es haber observado la asociación y la continuidad estructural que existen entre su método de alfabetización en su dimensión lingüístico-simbólica, por un lado, y el proceso de concientización en el nivel del yo y de la interacción social, por el otro. Freire ha puesto visible las interconexiones que vinculan al lenguaje, la política y la conciencia, al estudiar la manera en que el lenguaje moldea nuestras percepciones del mundo, y nuestras intenciones frente al mundo. Por tanto, él afirma que la concientización debe ocurrir simultáneamente con el proceso de alfabetización o post-alfabetización, dado que la palabra no es algo estático o desconectado de la experiencia existencial de la gente, sino más bien una dimensión de su pensamiento-lenguaje acerca del mundo.
El autor expone que a través de la participación crítica en el proceso educativo, los educandos redescubren sus propias palabras, y expanden su capacidad para expresarse a través del desarrollo de su imaginación creativa.
La visión que Freire procesa de la educación y la sociedad como debe entenderse en el contexto de su deber en la lucha por capacitar a las masas inmersas para que surjan y efectivamente digan su palabra. Cree que la sociedad moderna no estimula la libertad auténtica ni promueve el desarrollo de una conciencia crítica. Incluso, sostiene que los seres humanos deben liberarse a sí mismos para completar su potencial humano, a la luz de su vocación ontológica como hacedores de la historia.
Según Freire (1974), la concientización facilita el aprendizaje en torno a las perspectivas de sentido, definidas como estructuras psicológicas integradas por distintas dimensiones tales como pensamiento, sentimiento y voluntad. Las perspectivas de sentido son más que una manera de ver las cosas en el sentido estricto del término: se trata de propuestas para encarar la propia vida que implican una opción práctica, una decisión de actuar. La posibilidad de adoptar una nueva perspectiva y de actuar consecuentemente con ella, depende de la asociación comunitaria con personas que comparten esta nueva perspectiva, y apoyan y refuerzan todo este proceso.
Efectivamente, el proceso que el autor Mezirow describe como una tarea fundamental de desarrollo hacia la madurez, es sorprendentemente análogo a un proceso creativo. A la luz de este enfoque, un proceso de enseñanza y aprendizaje fundado en la concientización apuntará a identificar, catalizar, facilitar y vigorizar la transformación de las perspectivas de sentido del educando, así como también la implementación de las correspondientes estrategias pedagógicas de acción por parte del educador.
La concientización, entonces, facilita un buen ejemplo de cómo se puede promover el desarrollo moral en cuanto proceso so transformador de aprendizaje, que incluye no sólo la eliminación de las estructuras opresivas y de la identificación con los opresores, sino también la capacitación para asumir nuevos roles en procesos de transformación.