LA CONCIENTIZACIÓN EDUCATIVA

Cuando nuestros países presentan una gran tasa de natalidad y la mitad de su población total es menor de 19 años de edad y, a la vez, se cuentan la cantidad de analfabetismo, nos hacemos la pregunta ¿Qué es la Educación? Para esta interrogante el autor Paulo Freire, nos responde que la educación verdadera es praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo.

El conocimiento del analfabeto es una conciencia oprimida. Enseñar a leer y escribir en las aulas de clases, es algo más que darle un simple mecanismo de expresión a un estudiante. Se trata de intentar en él, simultáneamente, un proceso de concienciación, es decir, de liberación de su conciencia con vistas a su posterior integración en su realidad nacional, como dependiente de su historia.

El autor Sanders, expresa que la concienciación “significa un despertar de la conciencia”, un cambio de comprensión que implica comprender realista y correctamente la ubicación de uno en la naturaleza como en la sociedad; la capacidad de analizar críticamente sus causas además de las consecuencias, estableciendo comparaciones con otras situaciones y posibilidades; en una acción eficaz igualmente transformadora. 
Psicológicamente, el proceso engloba la conciencia de la dignidad, la praxis de la libertad. Si bien, el estímulo del proceso de concienciación que proviene de un diálogo interpersonal, a través del cual, se descubre el sentido de lo humano al establecer una comunión por medio de los encuentros con otros seres humanos, una de sus consecuencias casi necesarios es la participación política y la formación de grupos de interés y presión.
La idea tradicional de la educación, que no ha logrado superar el campo que acabamos de señalar, que es denominada por Paulo Freiré como la concepción bancaria, y la expone así: La concepción bancaria, al no superar la contradicción educador-educando, por el contrario, al acentuarla, no puede servir a no ser a la domesticación del hombre. 
El no progreso de esta argumentación resulta, que: 
  1. El docente es quien constantemente educa; el estudiante, el que es educado; 
  2. El docente es quien disciplina; el estudiante, el disciplinado; 
  3. El docente es quien habla; el estudiante, el que escucha; 
  4. El docente prescribe; el estudiante sigue la prescripción; 
  5. El docente elige el contenido de los programas; el estudiante lo recibe en forma de depósito; 
  6. El docente es siempre quien sabe; el estudiante, el que no sabe; 
  7. El docente es el sujeto del proceso; el estudiante, su objeto. 
Esta idea de la educación hace del estudiante un sujeto pasivo y de adaptación. Pero, lo que es más grave aún, desfigura totalmente la condición humana del educando. Para la concepción «bancaria» de la educación, el hombre es una cosa, un depósito, una «cazuela». Su conciencia es algo especializado, vacío, que va siendo cargado de pedazos de mundo aprendidos por otro, que con cuyos residuos de cenizas se pretende crear contenidos de conciencia.