Al hablar del contexto educativo como el espacio social en que convergen todos los factores que afectan los acontecimientos en el aula, referentes tanto a lo inmediatamente palpable y explícito, como a lo menos visible, sutil e implícito, distintos modelos de la psicología han puesto en realce la importancia de la interacción entre los sujetos que intervienen en la situación de enseñanza y aprendizaje en el aula y los significados que le otorgan a ésta y a la tarea que conjuntamente realizan; además, han distinguido que aunque el contexto es conocido y compartido por los que participan en él, cada uno lo interpreta personalmente y lo representa de una manera particular.
Por ello, y por la necesidad de conocer con mayor profundidad la relación e intercambio social que se establece entre docente y estudiante durante la actividad conjunta en el aula, se han recuperado varias teorías psicológicas, entre ellas la psicología sociocultural de Vigotsky, pues aporta elementos sustanciales para exponer la importancia de los procesos de mediación en la relación interpersonal y como uno de los principales elementos explicativos del aprendizaje y el desarrollo humano.
En este sentido, si se desea comprender por qué el docente y los estudiantes se relacionan de determinada manera y se conducen como lo hacen en sus intercambios, es necesario poner atención no sólo a sus comportamientos manifiestos y observables, sino también, a las ideas asociadas con los mismos o bien a las representaciones que éstos elaboran. Desde la psicología social contemporánea se cree que la mayor parte de nuestras reacciones ante los fenómenos sociales, y especialmente ante las otras personas, están mediatizadas, en gran parte, por la percepción y la representación que tenemos de ellas. Prácticamente consta que ciertos factores sociales inciden en la calidad de la relación que el sujeto mantiene en el entorno escolar, y ello es posible gracias a procesos psicológicos (Albert, 1986).
Desde esta perspectiva, se reflexiona que las representaciones son formas de apropiación del mundo exterior y los sentidos que se le otorgan, pero que se construyen a partir de experiencias, en su mayoría sociales y culturales, y se expresan a través de los procesos de comunicación; para ello, la subjetividad es una vía de acceso a los elementos que van más allá de las primeras manifestaciones conscientes de los sujetos. Las representaciones son una suma entre lo individual y lo social, una construcción de significaciones que refleja una compleja dialéctica entre el mundo interno y el externo.
Asimismo, se imaginan como un cuerpo organizado de conocimientos y como una de las actividades psíquicas gracias a las cuales los hombres hacen inteligible la realidad psíquica y social; se insertan en grupo o en una relación cotidiana de intercambios. Las representaciones muestran sistemas que tienen una lógica y un lenguaje particular, una estructura de implicaciones que incluyen tanto valores, como conceptos. De aquí que no se razonan como simples opiniones o imágenes, sino como teorías colectivas destinadas a la interpretación y la formación de la realidad; es decir, funcionan como un sistema de interpretación de la realidad que determina las relaciones de los individuos con su ambiente físico y social, ya que condicionan el comportamiento del mismo.
Al entenderlas de esta forma, una labor importante respecto al acto educativo es la que consiste en despejar cómo las representaciones que ponen en juego los sujetos dan cuenta del entretejido creado por lo social y lo singular, y que pueden poner de manifiesto las características de la relación entre docente y estudiante; por eso se vuelven importantes no sólo por aprehender lo que ahí sucede, sino porque aportan elementos para su posible transformación.
Albert argumenta que la representación que los estudiantes se hacen de sus docentes no atiende a un sistema predeterminado, sino que obedece a las necesidades o intereses relacionados con las maneras de evaluación de la enseñanza, con la actuación de los docentes en la transmisión de conocimientos, y con aspectos de personalidad de los mismos que son aceptados o rechazados por parte de los estudiantes. Es decir, tanto docentes como estudiantes llevan a cabo una selección y una categorización (consciente tanto como inconscientemente) de las características del otro, y sobre esta base, comienzan a construir la representación mutua.