La educación emocional fortalece no sólo los aspectos cognitivos e intelectuales del individuo, característica principal de la enseñanza tradicional, además otros aspectos tan importantes como el desarrollo de la personalidad, las aptitudes, los valores, la motivación y el esfuerzo, de manera que se apremia una manera integral de educación.
Esta educación emocional podría ser definida, en este sentido, como un proceso de enseñanza/aprendizaje de las emociones que tiene como finalidad el desarrollo integral de la persona, armonizando los componentes cognitivo y afectivo. Mediante el aprendizaje de las competencias emocionales, los educandos no sólo amplían su vocabulario emocional, sino que aprenden a emplear estrategias de afrontamiento ante situaciones emocionalmente difíciles, alcanzando el autocontrol emocional, de modo que manejen adecuadamente las emociones e impulsos conflictivos.
Los objetivos que se desean alcanzar con la implantación de la Inteligencia Emocional en las instituciones educativas, serían los siguientes:
1. Detectar casos de pobre desempeño en el área emocional.
2. Conocer cuáles son las emociones y reconocerlas.
3. Modular y gestionar la emocionalidad.
4. Desarrollar la tolerancia a las frustraciones diarias.
5. Prevenir el consumo de drogas y otras conductas de riesgo.
6. Desarrollar la resiliencia
7. Adoptar una actitud positiva ante la vida.
8. Prevenir conflictos interpersonales.
9. Mejorar la calidad de vida escolar.
Los estudios realizados por los autores Lantieri y Goleman sobre el aprendizaje social y emocional, sostienen que los educandos estarán más dotados para la vida si en su programa de estudio se incluye, además de contenidos de tipo académico, el aprendizaje de habilidades sociales y emocionales. Estos y otros autores sostienen que ayudar a los estudiantes a desarrollar habilidades sociales y emocionales afectará de manera positiva a su salud y bienestar a largo plazo.