Partiendo de la tercera revolución industrial, se puede decir, que el cambio más evidente no es el de la tecnología, sino la conexión humana. Por lo tanto, hablar de la conexión entre tecnología y el hombre da lugar a las evoluciones que están cambiando la vida cotidiana de las personas y creando un mundo diferente, donde se presenta una curva acelerada donde pocas personas están competentes para desempeñar un cargo en el futuro.
Conviene subrayar, que en el siglo XXI los jóvenes se caracterizan como un linaje especial en un mundo donde las personas comienzan a diversificarse por su grado de experiencia con la tecnología. Esta competencia con el nuevo entorno es primordial puesto que las empresas y las personas que trabajan en este campo aprenden significativamente.
En la sociedad de conocimiento se plantea nuevas cuantificaciones para medir el desarrollo de las sociedades. Esos parámetros están atados a la educación, actualmente, ya no son válidas los procedimientos cuantitativos tradicionales, ahora se habla de medir el desarrollo de las sociedades, es decir, de la cantidad de ordenadores que existen en una sociedad y el número de usuarios conectados a Internet. La tecnología siempre ha promovido una mezcla de recelo y asombro. Pero, la popularización de las tecnologías de la información y su interconectividad ha extendido un panorama totalmente distinto.
Por esto, las metodologías activas cuando son empleadas en el aula de clases, los estudiantes son los que tienen un rol protagonistas de su propio aprendizaje. Para su formación, las tecnologías son un recurso interesante, ya que admiten una necesidad en un mundo en el que el desarrollo de la competencia digital simboliza un requisito necesario para el futuro personal y profesional. Además, es pertinente recordar la importancia de otros recursos y tendencias, como el m-learning, u-learning, dronótica o Aprendizaje Adaptativo, todos están relacionados con el Big Data y con el Learning Analytics.
Por ende, toda esta revolución tecnológica debe estar implementada de manera gradual, con la preparación de estudiantes y, sobre todo, de los docentes. En este sentido, la educación del futuro tiene que estar fundada en dos pilares fundamentales: los valores y la creatividad, aspectos en los que la tecnología tiene mucho que colaborar.
En síntesis, la llegada de los ordenadores y la automatización de los procesos han desarrollado el valor de dos categorías de destrezas humanas, sustentadas por el autor Murnane (2004), como son: el pensamiento experto, que se encarga de la solución de nuevos problemas para los que no hay soluciones rutinarias; y la comunicación compleja que es la comisionada de persuadir, explicar y transmitir de diferentes maneras interpretaciones particulares de la información.