En la ciudad de Praga, donde las estaciones parecían confundirse y los días corrían sin pedir permiso, vivía un viejo relojero llamado Elías. Su taller era pequeño, pero dentro de él parecía habitar otro tiempo: uno más lento, más sabio, casi sagrado. Cada diciembre, personas de todas partes iban a visitarlo para que ajustara sus relojes antes de que llegara el nuevo año. Sin embargo, pocos sabían que Elías guardaba un secreto: no reparaba relojes, sino intenciones.
Una tarde, llegó al taller una joven llamada Aurora, con un reloj de bolsillo que ya no marcaba la hora. “Se detuvo justo cuando sentí que todo también se detenía para mí”, dijo en voz baja. Elías tomó el reloj entre las manos, cerró los ojos y escuchó. “Tu reloj no está roto, susurró, solo dejó de avanzar porque olvidaste hacia dónde querías ir”.
Aurora sintió un estremecimiento. Elías abrió el reloj y, en lugar de engranajes, aparecieron pequeñas escenas suspendidas: proyectos que abandonó por miedo, amistades que dejó ir por prisa, sueños que aplazó por dudas. “Cada fin de año trae un regalo, continuó Elías: la oportunidad de reescribir el movimiento”.
Con delicadeza, colocó una nueva pieza en el reloj. Era diminuta, brillante, casi invisible. “Esto es una intención”, explicó. “Cuando la alimentes con acciones, tu tiempo volverá a avanzar”.
Aurora salió del taller con el reloj latiendo de nuevo. Al caminar, notó que las luces de la ciudad parecían más vivas y que cada paso tenía un sonido distinto, como si el mundo acompañara su renovación.
Esa medianoche, mientras los fuegos artificiales iluminaban el cielo, el reloj marcó la primera hora del nuevo año con un destello. Aurora comprendió entonces el verdadero mensaje:
El tiempo no se reinicia porque cambia el calendario; se reinicia cuando cambiamos nosotros.
Desde ese día, el taller de Elías se convirtió en leyenda. Se dice que cada fin de año, en alguna parte del mundo, aparece un reloj que se detiene para recordarle a alguien lo importante: que el futuro no llega por destino, sino por intención.
Docentes 2.0 desea que este cierre de ciclo nos encuentre con el corazón dispuesto a agradecer lo vivido, a liberar lo que ya cumplió su propósito y a recibir con intención cada oportunidad que trae el nuevo año. Que avancemos con pasos conscientes, sueños renovados y la certeza de que toda transformación comienza dentro de nosotros. Brindemos por un 2026 lleno de luz, propósito y posibilidades infinitas.
