El concepto de competencia se utiliza de modo habitual para valorar el desempeño profesional en distintos contextos. Es frecuente referirnos al profesional es muy competente o es un incompetente, de acuerdo con las respuestas a nuestras expectativas. La preocupación por la formación de los educandos a las necesidades del mundo laboral ha propiciado la reflexión conjunta de los distintos sectores de la sociedad.
La introducción real de modelos competenciales en el aula supone un cambio en el modelo de la concepción de la institución educativa. No es posible afrontar este cambio sin variar los tres pilares de nuestra organización académica: programación, metodología y evaluación. El primer conflicto que nos encontramos en las instituciones educativas es el escepticismo con el que el docente recibe cualquier cambio legislativo en materia de educación. Las preguntas que se plantean son: ¿esto es lo mismo modelo con otro nombre?
La serie de sucesivas leyes orgánicas educativas ha provocado cierto desánimo en quienes tienen que desarrollarlas y hacerlas suyas. Pero, favorablemente los docentes están conscientes de la necesidad de un cambio radical en la institución, algunos porque han visto otras realidades y sueñan con una nueva, otros porque son conscientes de que seguir haciendo más de lo mismo producirá indefectiblemente los mismos resultados, y no están satisfechos con lo que ven día a día. Aunque, siempre se encontraran a un grupo más o menos resistente a cualquier cambio. Asimismo, muchos centros educativos descubren en este modelo la posibilidad de generar un proceso de innovación más profundo, rediseñando la concepción sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Estos rasgos fundamentales nos indicarán si los estudiantes alcanzan el grado de desarrollo estipulado en la competencia trabajada. Cada competencia se dividirá entre dos y cinco indicadores. Por nombrar algunos ejemplos, la competencia lingüística se dividirá en cuatro: comunicación oral, comunicación escrita, comunicación en otras lenguas y comunicación en otras situaciones y contextos. Cada indicador, a su vez, se dividirá en aspectos más concretos, redactados en infinitivo y denominados descriptores.
Asimismo, un descriptor de la comunicación oral podría ser expresar opiniones, hechos, sentimientos y emociones de forma organizada y comprensible en diferentes situaciones. El conjunto de indicadores y descriptores configuran el mapa competencial del centro y se integrará en su Proyecto Educativo.
En síntesis, una de las ventajas de los modelos de competencia es que permite fijar un aspecto muy concreto y alcanzable de cada una de ellas en una unidad didáctica de dos semanas de duración. Pero, la mayoría de los docentes se pregunta ¿además de trabajar los contenidos, debo entrenar las competencias? Éste es un error muy común cuando un educador se enfrenta ante un modelo de programación por competencias. Los contenidos son el medio para alcanzar los objetivos de aprendizaje y entrenar simultáneamente las competencias. Lo que nos lleva claramente a variar las estrategias metodológicas.