En los tiempos difíciles que vivimos, se hace necesario recomendar que durante el proceso de la educación los estudiantes adquieran la fortalezca suficiente, para afrontar con éxito las dificultades que necesariamente encontrarán en su discurrir por la vida. Una corriente influyente del pensamiento en torno a la crianza, conservó por muchos años y hasta hace muy poco, el concepto de que la frustración era negativa para los niños y que, por lo tanto, todo lo que se hiciera por evitarla era altamente deseable. Hoy, por el contrario, algún nivel de frustración se considera necesario para la formación del carácter en el contexto de un crecimiento emocional sano ya que permite un manejo asertivo de la realidad adulta.
Entendemos por frustración, como cualquier obstáculo que interviene entre el sujeto y su meta. La forma en la que la persona perciba esta frustración es lo que va a determinar cómo se sienta cuando se encuentre bloqueado al querer alcanzar esa meta. Cuando se dice que una persona tiene tolerancia a la frustración, se quiere expresar, es que ese sujeto tiene es un grado de fortaleza y cierto equilibrio interior que le permite continuar desarrollándose a pesar de la frustración.
Por ende, a medida que los niños van creciendo, tienen mayores oportunidades de desarrollar tolerancia a la frustración. Cada vez que encuentran un obstáculo hacia una meta y se les impulsa a manejar la situación por ellos mismos, se les está ayudando a desarrollar la tolerancia. Igualmente, se les ayuda a capacitarse para postergar la gratificación inmediata para obtener una meta a largo plazo.
A continuación, listaremos algunas recomendaciones generales para los docentes:
1. Enseñar técnicas de relajación. Se debe enseñar a los pequeños a elevar su tolerancia a la frustración, con la relajación del cuerpo.
2. Enseñar a identificar. Debemos enseñar a los niños a identificar el sentimiento de frustración.
3. Enseñar al niño cuándo debe pedir ayuda. Se debe enseñar al niño a encontrar la solución primero.
4. Ensayo de situaciones emocionales. En clase se puede jugar con el niño a interpretar una situación frustrante.
5. Reforzar las acciones adecuadas. Se debe elogiar al niño, por haber retardado su respuesta habitual de ira ante la frustración, y cuando utilice una estrategia apropiada. Establezca un sistema de recompensas para reforzar esa aptitud de madurez.
6. Modifique la labor. Se le debe enseñar al niño, una forma alternativa de alcanzar el objetivo. Cuando sea posible, se debe dividir una asignación en pequeñas partes, para que puedan llevarse a cabo una a una.
En síntesis, la inteligencia emocional comprende capacidades básicas como la percepción y canalización de la propia emoción o la comprensión de los sentimientos de los demás. Tiene su propio dinamismo y actúa constantemente sobre nuestro comportamiento y personalidad. Estas capacidades básicas, son las que nos permiten tener confianza en nosotros mismos o saber disfrutar de la relación con otras personas, y estas se van formando en los primeros años de vida.