La educación y la transmisión de conocimientos ha sido una de las premisas básicas de la sociedad desde hace más de 2.000 años. Basándose en modelos muy arcaicos, los egipcios, los griegos y los romanos ya contaban con sistemas de transmisión de conocimientos y, por consiguiente, de educación.
En aquella época se distinguían dos grandes grupos: las enseñanzas teóricas y las enseñanzas prácticas. Las prácticas eran las más comunes: los maestros artesanos enseñaban las labores y los oficios a sus descendientes y aprendices, los cuales acabarían mejorando las técnicas de forma progresiva en el tiempo. Las teóricas eran las menos comunes, pero las más próximas al modelo actual: grandes personalidades como Sócrates, Pitágoras o Platón dedicaban gran parte de su tiempo a la investigación, la reflexión y la enseñanza de sus conocimientos a grupos selectos del pueblo, asegurando así que su legado permanecería inmóvil con el progreso histórico de la sociedad humana.
Siglos más tarde, los métodos educativos ya habían avanzado a un nivel superior. Se fundaron las primeras universidades en zonas como Marruecos, Inglaterra, Italia o España, epicentros de movimientos socioculturales de la época. Hacían un gran énfasis en temáticas como el arte, la ciencia o la historia, áreas fundamentales para el progreso de la época. Poco a poco, el sistema educativo comenzaba a tomar forma.
No obstante, la educación estandarizada, básica y universal como la conocemos hoy en día no comenzó a hacerse realidad hasta el siglo XIX. Los diferentes movimientos éticos y sociales ocurridos durante los siglos anteriores impulsaban al ser humano a abrir la puerta del conocimiento para progresar.
Actualmente, cuando se concibe la inclusión e integración de la tecnología en las escuelas, se hace, con frecuencia, de una forma muy superficial. La gran mayoría de las instituciones académicas, los docentes y, por supuesto, de los estudiantes, asumen que la integración de la tecnología en las escuelas consiste únicamente en reemplazar elementos como el lápiz o el papel por herramientas más avanzadas como la Tablet, la pizarra electrónica y las plataformas virtuales.
Los cambios pedagógicos, aunque lentos, ya estaban siendo integrados en algunos centros educativos, tanto respecto al ingreso, al lugar, los métodos y en general a la organización del aprendizaje. Sin embargo, los impactos observados y los potenciales de la telemática afectan tanto a la educación formal como informal, a la continua como a la permanente y, desde luego, a la educación a distancia. Esto nos lleva a preguntarnos sobre la posibilidad de una revolución educativa, la cual, de darse, estaría justo en el ámbito tecnoeconómico, que se basa en el criterio de rentabilidad; y en el ámbito político, que implicaría la hegemonía de los procesos de estandarización de la educación a distancia, para alcanzar innovaciones educativas que se integran a la cultura.
Hoy en día, ha aumentado la importancia del tema de la educación a distancia, su ubicación en los ámbitos referidos de la cultura, la tecnoeconomía y el contexto de los agentes políticos muestra un camino para su mejor ubicación como proceso social y educativo. Las perspectivas de la educación a distancia se orientan hacia modelos educativos descentralizados, con respuestas múltiples y personalizadas, y de diversidad de opciones. También se anticipa a la creación de innovaciones educativas de proceso y de producto con el siglo actual: materiales instruccionales novedosos, cursos por internet o videoconferencias interactivas, diseños curriculares. Estos cambios y otros estarán dependiendo de las variantes tecnológicas de la telemática, ahora marcada por la introducción de la tercera generación de la telefonía móvil de la que, con el inicio del siglo XXI, se ha iniciado en la instalación de la infraestructura que permitirá un incremento del manejo de la informática en redes integradas por instituciones, grupos e individuos.
En síntesis, desde esta perspectiva se plantea una ola de innovaciones educativas que está incluyendo a la pedagogía, en particular respecto a la educación a distancia, lo que conlleva una ampliación de los conceptos de estandarización e innovación del ámbito tecno-económico, hacia lo político y cultural.