En esta época decembrina, se pueden observar el comportamiento de los niños que se enfadan. Es habitual que los niños mayores de siete años muestran conductas violentas como ofensas, golpean y faltas de respeto para solucionar determinados escenarios, se puede decir que utiliza la violencia en la relación con su entorno. Estos comportamientos se dan bajo un argumento en el que el infante presenta una dificultad evidente en la gestión de sus emociones o se trata de conductas aprendidas por imitación de los adultos o de dinámicas familiares en las que los conflictos o los desencuentros se abordan de manera violenta.
Es importante señalar, que no existen niños violentos sino conductas agresivas. Es importante, evitar colocar al niño la etiqueta de violento o agresivo, que tiene importantes consecuencias para el concepto de sí mismo y su autoestima. La conducta agresiva en los infantes es una clara señal de que necesitan ayuda para gestionar sus emociones. Y, son los adultos los que deben descubrir qué les ocurre y porqué, así como ofrecerles modelos de comportamiento respetuosos. Nadie se defiende si no se siente inseguro, con miedo, una autoestima muy baja o imita un comportamiento adulto basado en respuestas violentas.
La mayoría de las consultas de padres preocupados por el comportamiento agresivo de sus hijos son habituales. Pero, ¿qué conductas anuncian de que el niño ha adoptado la violencia? Algunas de ellas son:
- El infante protesta por todo.
- Está la mayor parte del día enfadado.
- Tiene conductas agresivas y desafiantes.
- Las conductas agresivas persisten con más de siete años.
Desde hogar, los padres y familiares pueden ayudar a los niños a manejar de manera adecuada su comportamiento. Para ello, listaremos algunas recomendaciones al respecto:
Musicoterapia. El manejo de la respiración, la voz, el sonido y la música, es decir, la vibración sonora, funciona como terapia en casos de niños con conductas agresivas. La musicoterapia se ha descubierto que hay melodías específicas para cada estado emocional que ayudan a reconducir las conductas agresivas hacia estados emocionales serenos desde donde los terapeutas pueden trabajar con el niño.
Enfocar con humor las reacciones agresivas para observar su comportamiento y mostrar empatía con el niño cuando se enfada para que entienda que nos ocurre a todos.
Moderar el uso de móviles y otros aparatos tecnológicos en casa.
Ofrecer un ambiente tranquilo donde los desacuerdos se resuelvan sin confrontaciones personales.
Buscar momentos para estar en contacto con la naturaleza y hacer ejercicio.
Explicar al niño la importancia del sueño y el descanso.
Sacar nuestro niño interior para recordar que hay comportamientos propios de la infancia.
En síntesis, los niños están en la edad de aprender y no pueden gestionar las emociones de la misma manera que un adulto que cuenta con una experiencia y recorrido al respecto. El rol de padre es ayudarles en ese proceso de crecimiento personal, ofreciéndoles opciones alternativas para canalizar la ira, como buscar un lugar tranquilo hasta que regrese la calma o hacer alguna actividad, como escuchar música, pintar o simplemente estar un tiempo en soledad y silencio.