Hoy en día, un modo de vida alternativo, implica la creación de pensamiento alternativo. No es posible pensar en alternativas novedosas con pensamiento elaborado para el sistema existente. Las ciencias sociales existentes son ciencias positivas, en el sentido de que tienen como propósito explicar la realidad vigente y buscar su mejor funcionamiento.
Esto se trata, de una ciencia muy desarrollada, con altos grados de formalización y que, además, está apostada en todos los centros de enseñanza y de investigación del mundo. La idea de que las ciencias sociales no son absolutamente universales. Como dice el maestro Antonio García Nossa: Uno de los más difundidos y peligrosos mitos de las Ciencias Sociales consiste en la creencia de que la teoría científico-social es absolutamente universal y de que su validez desborda el marco de los espacios culturales y de los procesos históricos (García, 2006: 35).
La búsqueda de lo alternativo requiere de un pensamiento negativo, en el sentido que debe tener como propósito la crítica de lo existente. No tiene como fin justificar lo que existe, explicar por qué existe de esa manera, sino, argumentar por qué no debería existir. Asimismo, al encontrar las debilidades del modelo imperante y su esencia contraria a la vida humana, no ha de hacerlo como un fin, sino en la búsqueda de alternativas novedosas; a este pensamiento es el que los autores lo han denominado pensamiento propio.
Este tipo de pensamiento, se encuentra mucho menos desarrollado. El mismo se encuentra en los centros de enseñanza e investigación solo de manera secundario. Los recursos del modelo imperante, como es de esperar, no se dedican a este tipo de investigación. Al tiempo que se desea crear teoría, se reflexiona sobre las características de los modos de vida alternativos y, simultáneamente, se dialoga con las comunidades en la búsqueda de experiencias realizadas o realizables.
Por esa razón, al revisar la historia de los pensamientos que han denominado fuentes del pensamiento propio. Esas fuentes son principalmente tres: el pensamiento crítico europeo; el pensamiento latinoamericano, que se ha esforzado por crear alternativas de desarrollo y el pensamiento ancestral, tanto indígena como afrodescendiente. Entre los latinoamericanos que deben tomar como fuente válida para un pensamiento propio hay toda una hornada de pensadores, desde el maestro de Bolívar, Simón Rodríguez, quien afirmó que inventamos o erramos.
En síntesis, se cree que existen hoy razones para el optimismo. Después de varias décadas de cruzar el desierto del pensamiento único que significó el dominio del neoliberalismo, varios acontecimientos simultáneos empiezan a mostrar nuevas perspectivas. De una parte, la crisis mundial se muestra como una dificultad del modelo neoliberal y, de otra, algunas búsquedas en varios países latinoamericanos presentan nuevas maneras de habitar el mundo. Hoy el pensamiento alternativo deja de ser un ejercicio contra la corriente y distintos afluentes se suman a los esfuerzos por lo nuevo, por lo alternativo, de tal manera que este se constituye cada vez más en una presencia amplia. Está llegando el momento de recordar a Pascal: no hay nada más poderoso que una idea cuando le llega su tiempo, y confiar en que al pensamiento hacia modos alternativos de vida le esté llegando su tiempo.