La Inteligencia Emocional (IE) es conocido desde que el autor Peter Salovey y John Mayer lo estudiaran por primera vez, en la actualidad todavía es difícil encontrar una definición unívoca de este constructo. Tradicionalmente se ha pensado que, si una persona es inteligente y sabe muchas cosas, tendrá un gran futuro personal y profesional, pero la realidad, es que el cociente intelectual (CI) no nos afirma tener un buen puesto de trabajo y tener éxito en la vida. Comprensiblemente, el tener un CI elevado nos facilita el conseguir un buen trabajo y, en ocasiones, puede ayudar a tener éxito a nivel social, pero, sin duda, ser inteligente no es suficiente si a esta inteligencia no es acompañada con capacidades y/o habilidades de carácter social y emocional.
La Inteligencia Emocional fue definida por Peter Salovey y John Mayer como “la habilidad para percibir, asimilar, comprender y regular las propias emociones y las de los demás promoviendo un crecimiento emocional e intelectual”.
Uno de los objetivos principales de la introducción de la IE en el ámbito escolar fue plantearla como fuente del bienestar y equilibrio psicológico de los estudiantes, además de su logro escolar. El autor Fernández-Berrocal, en uno de sus estudios diferenció al conjunto de estudiantes en dos grupos: por un lado, los estudiantes depresivos y los que no lo son. Los primeros, estudiantes con altos niveles de ansiedad y los del segundo grupo con niveles altos en la reparación de sus emociones. El desenlace más importante de este estudio fue que la capacidad de las personas, de conseguir prolongar los estados emocionales positivos propios e interrumpir los negativos, asegura un nivel aceptable de salud mental, entendido como ausencia de síntomas de ansiedad y depresión.
Actualmente, y en los futuros programas e investigaciones que se llevaran a cabo, están abiertas a conseguir analizar otros aspectos ya sea la autoestima, optimismo o felicidad, relacionada con la IE, la educación y el rendimiento académico. Evaluar la IE de los estudiantes puede aportar mucha información necesaria para los padres, estudiantes y docentes.
Los docentes, tendrían un indicador sobre la habilidad emocional de los estudiantes a su cargo, para afrontar futuros problemas personales permitiéndoles actuar con la mayor rapidez y eficacia posible en caso de que ocurriese cualquier altercado escolar.
Este apartado se centra específicamente en los estudiantes agresivos. Entendiendo la agresividad como la tendencia a actuar de forma violenta, manifestada de forma verbal o física.
Una de las suposiciones que se plantea es que, las apariciones de conductas disruptivas están relacionadas con un déficit emocional, es decir, que una persona con una menor Inteligencia Emocional se implicará con mayor facilidad en la participación de conductas agresivas y antisociales. Pero hay que tener presente, que las personas violentas no solo focalizan su agresividad hacia otras personas, también sobre ellos mismos, es decir, llevan a cabo conductas autodestructivas (consumo de alcohol, tabaco u otras sustancias), conductas que son llevadas a cabo por personas con una baja IE.
Según lo sautores Trinidad y Johnson, los estudiantes que son emocionalmente inteligentes detectan mejor las presiones emocionales que puedan aparecer en clase o por parte de sus compañeros. Son capaces de enfrentar las diferencias entre sus propias emociones y las del resto de compañeros, al contrario de lo que ocurre con estudiantes que tienen menos control sobre sus emociones. Por ende, los primeros serán capaces de tener un autocontrol suficiente para no caer en las conductas autodestructivas.
Otro estudio llevado a cabo con estudiantes de secundaria, también demostró la asociación existente entre una persona alta en IE y con menores demostraciones agresivas. Se llegó a la conclusión de que, estudiantes con una tendencia baja en justificar sus comportamientos agresivos, mostraban una mayor claridad emocional, mayor facilidad para solucionar sus emociones negativas y mantener en el tiempo las positivas, por lo tanto, desarrollar una salud mental mejor para el adolescente.
La Inteligencia Emocional fue definida por Peter Salovey y John Mayer como “la habilidad para percibir, asimilar, comprender y regular las propias emociones y las de los demás promoviendo un crecimiento emocional e intelectual”.
Uno de los objetivos principales de la introducción de la IE en el ámbito escolar fue plantearla como fuente del bienestar y equilibrio psicológico de los estudiantes, además de su logro escolar. El autor Fernández-Berrocal, en uno de sus estudios diferenció al conjunto de estudiantes en dos grupos: por un lado, los estudiantes depresivos y los que no lo son. Los primeros, estudiantes con altos niveles de ansiedad y los del segundo grupo con niveles altos en la reparación de sus emociones. El desenlace más importante de este estudio fue que la capacidad de las personas, de conseguir prolongar los estados emocionales positivos propios e interrumpir los negativos, asegura un nivel aceptable de salud mental, entendido como ausencia de síntomas de ansiedad y depresión.
Actualmente, y en los futuros programas e investigaciones que se llevaran a cabo, están abiertas a conseguir analizar otros aspectos ya sea la autoestima, optimismo o felicidad, relacionada con la IE, la educación y el rendimiento académico. Evaluar la IE de los estudiantes puede aportar mucha información necesaria para los padres, estudiantes y docentes.
Los docentes, tendrían un indicador sobre la habilidad emocional de los estudiantes a su cargo, para afrontar futuros problemas personales permitiéndoles actuar con la mayor rapidez y eficacia posible en caso de que ocurriese cualquier altercado escolar.
Este apartado se centra específicamente en los estudiantes agresivos. Entendiendo la agresividad como la tendencia a actuar de forma violenta, manifestada de forma verbal o física.
Una de las suposiciones que se plantea es que, las apariciones de conductas disruptivas están relacionadas con un déficit emocional, es decir, que una persona con una menor Inteligencia Emocional se implicará con mayor facilidad en la participación de conductas agresivas y antisociales. Pero hay que tener presente, que las personas violentas no solo focalizan su agresividad hacia otras personas, también sobre ellos mismos, es decir, llevan a cabo conductas autodestructivas (consumo de alcohol, tabaco u otras sustancias), conductas que son llevadas a cabo por personas con una baja IE.
Según lo sautores Trinidad y Johnson, los estudiantes que son emocionalmente inteligentes detectan mejor las presiones emocionales que puedan aparecer en clase o por parte de sus compañeros. Son capaces de enfrentar las diferencias entre sus propias emociones y las del resto de compañeros, al contrario de lo que ocurre con estudiantes que tienen menos control sobre sus emociones. Por ende, los primeros serán capaces de tener un autocontrol suficiente para no caer en las conductas autodestructivas.
Otro estudio llevado a cabo con estudiantes de secundaria, también demostró la asociación existente entre una persona alta en IE y con menores demostraciones agresivas. Se llegó a la conclusión de que, estudiantes con una tendencia baja en justificar sus comportamientos agresivos, mostraban una mayor claridad emocional, mayor facilidad para solucionar sus emociones negativas y mantener en el tiempo las positivas, por lo tanto, desarrollar una salud mental mejor para el adolescente.
Además, las diferencias entre hombres y mujeres en cuanto al nivel en IE, también son conocidas. A través de la medición de IE, se comprendió que puntuaciones bajas en IE por parte de los varones daban lugar a conductas más agresivas, conductas de consumo de alcohol y otras drogas y, por otro lado, las mujeres puntuaron más alto, tenían más facilidad en evitar y controlar esas conductas.
La violencia escolar entre los estudiantes está muy presente en casi todos los centros escolares de todo el mundo. Por ello, muchos países han llevado a cabo medidas de vigilancia y de castigo hacia esos estudiantes. La violencia es parte ya de la sociedad, cada vez con mayor importancia, por lo tanto, cabría preguntarnos ¿Qué podría hacer como docente? ¿Qué medidas debería llevar a cabo para suavizar esta situación? De tal forma, que las instituciones educativas fuesen un centro de enseñanza y aprendizaje y no un lugar donde los jóvenes tuviesen miedo de ir por las posibles peleas, agresiones o insultos de los estudiantes y estudiantes conflictivos.