En los últimos tiempos, han manado diversas propuestas que bajo denominaciones como aprender a aprender o aprender a pensar, expresan nuevas intenciones del sistema y de las instituciones educativas con relación a lo que debe esperarse de los estudiantes al concluir su proceso educativo. Ciertamente, esos propósitos proyectan la necesidad de enseñar a pensar y enseñar a aprender, lo cual implica una transformación profunda de las funciones y tareas que ha desempeñado tradicionalmente el docente durante proceso de formación.
Esos términos proponen como objetivo educativo fundamental el de preparar a los estudiantes para que aprendan mejor los contenidos de los planes de estudio, pero, adicionalmente, que aprendan los procedimientos para que, dentro de la institución educativa y más allá de ella, puedan continuar aprendiendo. El término “aprender a aprender” no es nuevo. Se implantó al lenguaje pedagógico en la década de los setentas, cuando nacieron los sistemas abiertos de enseñanza y tiene su origen en tres situaciones distintas:
- Las teorías cognoscitivas que enfatizaban la construcción gradual del conocimiento y de sus estructuras;
- La conciencia de que los cambios científico- tecnológicos y sociales obligaban a un aprendizaje continuo;
- La convicción de que la educación debía ser conducida de manera autónoma por el propio sujeto.
- El aprendizaje se orienta hacia objetivos.
- Aprender es relacionar nueva información con conocimientos previos.
- Aprender es organizar la información.
- Aprender es adquirir un repertorio de estrategias cognitivas y metacognitivas.
- El aprendizaje, si bien se produce en etapas, no es lineal.
- El aprendizaje está influido por el desarrollo del sujeto.
- Aprender es transferir el conocimiento a nuevos problemas y contextos.