En los últimos años, las prácticas docentes han simbolizado un gran desafío en los procesos de formación docente, por cuanto, en el ejercicio docente se espera abordar la conciencia pedagógica vinculada con la trilogía: sentir-pensar-actuar; y su relación con la construcción del aprendizaje.
De acuerdo con el autor Freire, “estudiamos, aprendemos, enseñamos y conocemos con nuestro cuerpo entero. Con los sentimientos, con las emociones, con los deseos, con las dudas, con la pasión y también con la razón crítica. Jamás solo con la última”. Es a partir de estos elementos que la formación docente construye habilidades y competencias para el aprendizaje y la enseñanza; y a su vez involucra el desarrollo de una conciencia pedagógica, que se origina con base en su historia personal, la formación docente y las vivencias prácticas en el aula de clases.
Además, la visualización del sentir-pensar y actuar durante el proceso de formación docente rescata un rol muy importante porque complementa los aprendizajes conceptuales y procedimentales ya que, reconocer su valor para el aprendizaje integral, es hacer visible la conciencia pedagógica, y trabajar sobre esta base, permite en primer lugar captar el sentir, pensar y actuar del docente en formación y en segundo lugar evidenciar la sensibilidad necesaria para desarrollar procesos de aprendizaje conducentes a mirar lo que se hace y se siente, pensar por qué cierta conducta en la propia práctica docente.
Desde perspectiva, es importante desempeñar que la implementación de las estrategias de auto-reflexión constituye una vía de acción, deliberación y acción para los formadores de futuros docentes, en tanto les permite visualizar el desarrollo de la en términos de lo que se le pide al estudiantado y la manera como éstos reflexionan ante sus vivencias.
La educación actual, está fundada en cuatro pilares para guiar la formación docente: aprender a aprender, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y finalmente aprender a ser, todos igualmente importantes. La consciencia pedagógica induce al futuro docente a incorporar su historia de vida desde su pensar y sentir.
En síntesis, la concepción de la identidad docente se relaciona no solamente con los aprendizajes adquiridos a través de los contenidos académicos, sino además con la heterogeneidad de subjetividades sentidas, compartidas e interaccionadas con la realidad educativa en las aulas escolares para reinterpretar la realidad; que por su diversidad es compleja.