John Dewey, acentúa que “la esencia de toda filosofía es la filosofía de la educación” y es en este sentido que puede afirmarse que la educación que se plantea la sociedad hunde sus raíces en la propia sociedad y este hecho no es novedoso, sino que se remonta a la Antigüedad en donde se establecía las necesidades educativas. La educación de las personas es el resultado de múltiples variables de tipo contextual que tienen su efecto positivo o negativo en lo relativo a su comportamiento, en su ideología y en su desarrollo profesional, por lo cual se podría afirmar que el ser humano como ser social se educa y se transforma en su contexto, fundamentalmente en su entorno familiar, laboral y de amistades.
La sociedad por lo tanto forma un espacio educador, el más amplio y efectivo de todos. Debido a eso la educación debe de guiar a la persona a que interpele su contexto, no sometiéndolo. La cultura y la educación forman un binomio nodal en la capacidad de transformación crítica de los individuos en una sociedad de permanentes cambios e incertidumbres. El concepto de educación permanente de aprender a aprender, indica que el conocimiento es un proceso de construcción aplazado que acontece en aproximaciones sucesivas a los objetos de estudio. Inserta en esta visión de integración y totalidad, la docencia se concibe como un proceso facilitador de los aprendizajes.
Actualmente se señala una formación docente dominada por la tendencia de enseñar a enseñar a manejar contenidos pero no a elaborarlos, debatirlos ni transformarlos. Los desafíos actuales de la sociedad, demandan del docente la demostración de una competencia profesional real, basada en un sólido dominio científico y la capacidad de ejercerla. Como consecuencia de ello, se vislumbraría una ruptura del paradigma de la repetición y transmisión de conocimientos por otro basado en las competencias que se construyen y transforman a partir del mercado de trabajo.
Muchas investigaciones se han focalizado en torno a la conceptualización de ser un buen docente y las buenas prácticas que ello implica. Creemos que no existe un único modelo de ser docente, puesto que hay muchos modelos y estilos docentes que pueden ser válidos aunque difieran entre sí. La solución consiste en buscar el estilo más adecuado de acuerdo a las características personales de cada uno.
Pero también sostenemos que sin caer en tipológías, hay ciertas características comunes que siempre están presentes a la hora de definir qué significa ser un buen docente.
- Se han transmitido los conocimientos que estaban previstos.
- El docente ha explicado en forma amena.
- El docente ha sabido mantener y estimula la atención acerca del tema.
- Los estudiantes entienden el sentido de lo que se está enseñando.
- Los estudiantes son capaces de relacionar lo nuevo con los conocimientos previos.
- Se promueve la formulación de preguntas que estimulen la reflexión.
- Saber
su materia . - Preparar bien las clases.
- Explicar con claridad y orden.
- Escribir en el pizarrón con claridad y buena letra.
- Ser capaz de realizar un trabajo en equipo.
Poseer clara sensibilizaciónpor su entorno social y cultural.- Ser capaz de ponerse en el lugar del estudiante.
Resultar accesible alos estudiantes .Ser algo histriónico.Hacer participar alos estudiantes .Llegar aclase puntualmente .Ser respetuoso .- Presentarse en forma correcta.