
Necesitamos este cambio para afrontar un futuro común que sea mejor para todos. Constatamos que el cambio educativo genera ilusión y esperanza, en todos sus niveles, necesitamos reflexionar y revisar por qué hacemos lo que hacemos o por qué queremos introducir cambios. Estos cambios tienen sentido si se hacen en profundidad, rigor y con una finalidad clara, que piense cuál es la función de la institución educativa en este momento, entendiendo el cambio educativo como una manera de mejorar la sociedad presente y futura. Y es por eso que hay que preguntarse: ¿cuál es la sociedad que deseamos construir?
Este cambio debe fomentar que el docente sea autónomo y crítico, y que ejerza su libertad, responsabilidad, compromiso y que opte por la insumisión. Debemos marcar un punto de partida y cambiar el rumbo del sistema y la mentalidad, por compromiso y por ética profesional. Asimismo, se ha de producir un cambio de mirada en la comunidad educativa, para acompañar los procesos de aprendizaje de niños y jóvenes para desarrollar una mirada crítica sobre el mundo del que forman parte y que contribuyen a conformar.
En síntesis, el objetivo final de la educación es ayudar a formar personas que sepan crecer en bienestar y dignidad. Es por ello, que cualquier cambio tiene como finalidad favorecer las experiencias de aprendizaje y que los estudiantes sean sus protagonistas activos, para aprender a convivir, para generar motivación y ser felices. En una sociedad llena de diversidad, conflictos y retos, el cambio es necesario para conseguir personas activas, críticos, curiosos, comprometidos y sanos, que puedan crecer en dignidad y resolver los conflictos colectivos.