
En efecto, el conflicto no es ni bueno ni malo en sí, y el hecho de que la persona intente evitarlo se debe a que el modo en que habitualmente lo gestiona no le satisface y esto ocurre en todo tipo de conflictos. El vínculo que se crea entre los miembros de la familia permite tener herramientas suficientes para establecer relaciones positivas o destructivas, es decir, para generar espacios donde las personas se sientan queridas y valoradas o, por el contrario, sentirse incomprendidas o no reconocidas.
Actualmente muchas familias se preguntan qué deben hacer, cómo deben actuar, ante las nuevas situaciones que se presentan en los hogares, ya que la forma en la que ellos fueron educados, en muchos casos de forma deficiente, no es aplicable al momento actual. Nadie está preparado para ser padre o madre en esta nueva sociedad postindustrial, cambiante a ritmo vertiginoso, que emite mensajes e información a través de innumerables medios y modos, y que se convierten en razones por las que, en muchos casos, se pueden sentir desbordados. Surge entonces la necesidad de aprender, tanto de manera formal como informal. Se necesita adquirir nuevas destrezas, habilidades y competencias.
La idea generalizada de que educar es aprender a vivir en sociedad conlleva en si la certeza de que la educación supone una interacción entre las personas que intervienen enseñando y aprendiendo simultáneamente, en un proceso comunicativo y de relaciones personales que le confieren una dinámica particular.
En síntesis, la educación en su forma sistemática, planificada, es intencional, pero hay educación aún en el caso que no seamos conscientes de estar enseñando o que no exista un propósito o una intención. La familia es una de las instituciones básicas que existen en la sociedad y ademes se puede considerar la más importante en los primeros años de nuestra Vida.