Podemos reflexionar, que tanto docentes como estudiantes en más de una ocasión, podemos escuchar en las aulas de clases, que un docente x con un gran conocimiento de la materia no sabe transmitirla. Ese orador con potencia, muchas veces no se traslada al ámbito de la docencia; hoy en día se hace necesario exigir la figura del educador como comunicador como profesional, que transmite en el transcurso de su praxis educativa, el desarrollo de sus competencias como elemento dinamizador de los procesos de enseñanza-aprendizaje.
La comunicación es uno de los aspectos clave en los procesos de enseñanza-aprendizaje y a nadie se le escapa la necesidad de que todo buen docente tenga unas adecuadas competencias comunicativas y sea un buen comunicador. Si en el triángulo estudiante-docente-currículum, el educador sólo se relaciona con el currículum, pero no sabe transmitir, nos encontramos con que el estudiante no adquiere los conocimientos transmitidos y que además no se produce un verdadero proceso de enseñanza-aprendizaje.
Son muchas las definiciones propuestas para la habilidad de la escucha activan, pero todas convergen en que se trata de la habilidad de “escuchar bien”, esto es, escuchar con comprensión y cuidado. Se trata de una competencia básica y fundamental para el correcto desarrollo de cualquier escenario de comunicación, en general en cualquier faceta de la vida y, de forma particular, en los escenarios donde se dan los procesos de enseñanza-aprendizaje. Si bien se trata de una habilidad básica, de las que más pueden optimizar los procesos de comunicación, asimismo se detecta que es uno de los comportamientos más difíciles de encontrar.
Cuando establecemos esta habilidad nos hacemos conscientes de lo que la otra persona está exponiendo e intentando comunicarnos y, al mismo tiempo, damos información a nuestro interlocutor de que aquello que está intentando transmitirnos, lo estamos recibiendo correctamente. Significa, estar psicológicamente disponible y atento a los mensajes de quien nos habla; sin estar distraído, esto afecta la capacidad de captar el estado de ánimo o la importancia que concede a lo que nos está transmitiendo.
En síntesis, la escucha activa sirve, para empatizar y comprender a nuestro interlocutor. Para que se dé la escucha activa es conveniente tomar en consideración dos aspectos, el primero manifestar una actitud empática hacia el interlocutor, ya que esto nos facilita el comprender lo que éste está diciendo y lo que está sintiendo y, en segundo lugar, demostrar esta comprensión mediante una serie de comportamientos no verbales del tipo de: emplear un tono de voz suave, mantener contacto ocular, utilizar una expresión facial y unos gestos acogedores, así como tener una postura corporal receptiva.
La importancia de la escucha activa en el campo de la educación es innegable, ya que sin ella no pueden llegar a darse, de manera adecuada, los procesos de enseñanza-aprendizaje; pero esta escucha activa debe darse en una triple dirección: de los estudiantes al docente, de docente al estudiante y entre los estudiantes.
