La educación ocurre a lo largo de la vida y no se limita única y exclusivamente a la institución educativa. Cuando la educación ocurre en ambientes escolarizados se le llama “educación formal” o “educación no formal”. Cuando sucede fuera de la escuela se le denomina educación informal y corresponde a la socialización o enculturación. Estas distinciones son erróneas e inducen a serios errores sobre las características y potencialidades de la educación.
La educación formal es cartesiana en su fundamento y orientación, al igual que la educación no formal, que trata de actividades de capacitación y animación socio cultural, breves, dinámicas, flexibles y certificables. Sus participantes, a diferencia de la institución educativa, tienen orígenes, edades y actividades diferentes que se reúnen por objetivos específicos y temporales, quienes se separan, una vez finalizada la capacitación.
La educación informal representa los procesos educativos que tienen lugar en la calle, el café o el salón escolar. Se la caracteriza como espontánea, refleja, asistemática y marginal para el desarrollo del ser humano. Es la única necesaria; las otras son convenientes; pero todas son insuficientes para la vida contemporánea (Calvo 1985, 1994). Como se ordena caóticamente sin una secuencia previsible en el proceso ni en el resultado se la describe como “asistemática; tampoco la estudian ni investigan los futuros profesores, a pesar de formar parte del currículum nulo y oculto de la educación formal y no formal. Es sistemática porque es cultural, a diferencia de la educación formal y no formal que lo son como resultado de la planificación ordenada de sus actividades orientadas a garantizar el aprendizaje, evitando imprevistos caóticos que arruinan la planificación. Si la planificación falla, será culpa de las historias y subjetividades de profesores y/o alumnos, que la aceptarán autoinculpándose.
La educación informal es paradojal, pues sus procesos educativos son caóticos y ordenados. Es caótico el proceso creativo de un descubrimiento científico o la creación de un poema, que puede ser “serendípico”, si descubre accidentalmente algo no buscado, o “pseudoserendípico”, si lo descubierto culmina una búsqueda antigua. La pseudoserendipia es el resultado del trabajo sistemático y riguroso realizado a lo largo de años de búsqueda aparentemente estéril.
En la educación informal no se excluyen las coincidencias; se les trata igual que a las causalidades y casualidades. Cuando el niño juega trata con ellas con indiferencia deferente, como si danzara en medio del caos. Pone a prueba su experiencia, corrobora resultados o hipotetiza nuevas relaciones. Su tarea es científica como la del investigador que, a diferencia del niño, establece criterios y metodologías ortodoxas para investigar.
En síntesis, minimizar las diferencias entre ambos es absurdo; no obstante, no hay que subestimar que la diferencia de calidad reside en la simplicidad del juego infantil, que no es superficialidad, frente a la sofisticación de la investigación formal, pero no en las funciones cognitivas en uso. A diferente escala, ambos buscan maneras inéditas de organizar el caos. En ambos casos el proceso es inductivo y lento en algunas ocasiones, intuitivo y rápido en otras. A diferencia del adulto, si el niño se equivoca no importa, pues aprende. Esta despreocupación, que es una forma de ocupación, alimenta la resiliencia, gracias al humor, creatividad, autovaloración y creación de redes de apoyo social, que contrasta con el ambiente escolar, donde los temas “importantes” se tratan sin humor.