La importancia de la participación como acción propiciada por los docentes y adoptada por los estudiantes es fundamental a la hora de la definición de los focos de gestión que se deben formalizar en una institución educativa. La cultura escolar realiza esfuerzos conscientes por no distanciarse de la interacción entre los pedagogos y los educandos, ya que al hacer una cooperación efectiva se aseguran la adquisición de conocimientos de calidad. La participación se puede considerar una dimensión de la calidad de vida de las personas, ya que está estrechamente relacionada con los procesos de inclusión social, la implicación, la integración y la identidad.
Hoy en día, aunque en proceso de modernización de gestión, pueden distraer su atención de lo esencial, que es practicar una pedagogía activa en la que los educadores son responsables de organizar las experiencias de enseñanza y los estudiantes ser los protagonistas de ella con progresión y pertinencia en su proceso escolar. Por otro lado, para lograr un aprendizaje profundo es necesario situar los esfuerzos tanto en la dimensión de aula como en las dimensiones globales de la escuela (gestión del clima, gestión de recursos, gestión institucional, por ejemplo), “donde la escuela debe ser el centro del cambio y el cambio que mejora la calidad pone foco en los aprendizajes de los estudiantes, la escuela y el aula» (Román, 2011, pág. 6).
Por lo tanto, la participación en el proceso de aprendizaje es una condición necesaria. Hasta tal punto que resulta imposible aprender si el sujeto no realiza una actividad conducente a incorporar en su acervo personal bien una noción, definición, teoría, una habilidad, o también una actitud o valor. Existen distintos tipos de participación. Por ejemplo, la individual y la grupal o en equipo, ya con otro o bien con otros. Además, la predominante intelectual o cognitiva, el predominante manual o motriz, y la predominante afectivo emocional» (Ferreiro, 2005, pág. 5). De esta manera, de acuerdo con la pedagogía activa, se releva en el aula la importancia que tiene que los estudiantes sean participativos, activos protagonistas de su aprendizaje, «No basta que las personas aprendan, se requiere que aprendan a aprender.
La participación es un elemento que provocará mejoramiento de los aprendizajes de los educandos y en la vinculación más armónica de los docentes y los estudiantes. En síntesis, se puede afirmar que mientras exista participación mayor son las probabilidades de un aprendizaje significativo, por cuanto que el descenso de la calidad educativa parece estar muy afín con la enseñanza centrada en el conocimiento y la memorización de información de forma pasiva. Es por ello, que se puede afirmar que para aprender es necesaria la participación y comprometida del sujeto que aprende en la construcción de su conocimiento.
