Hoy en dia, el debate continúa sobre la efectividad de la tecnología como herramientas de aprendizaje. Aunque existe una creciente desilusión con la promesa de las computadoras de revolucionar la educación, su posición en las instituciones educativas está protegida por el temor de que sin ellos los estudiantes no estarán preparados para las demandas de un siglo XXI de alto impacto tecnológico. Este argumento de respaldo finalmente triunfa sobre todas las críticas a la informática educativa, pero rara vez se examina de cerca.
Todos los involucrados en el proceso de enseñanza-aprendizaje debe aceptar la premisa: las instituciones educativas deben preparar a los jóvenes para la sociedad del conocimiento. No obstante, el punto no es preparar sí no garantizar una participación significativa. De hecho, preparar a los jóvenes a menudo implica fortalecer sus recursos internos, como la autodisciplina, juicio moral y empatía. Cuanto más poderosas sean las herramientas, más experiencia de vida y fuerza interior deben tener los estudiantes para manejar ese poder con sabiduría.
Por ello, los estudiantes necesitan algo más que preparación moral. También necesitan experiencias auténticas. A medida que más estudiantes crecen pasando gran parte de su tiempo en entornos dominados por los videojuegos, su experiencia disminuida con cosas reales y concretas les impide desarrollar una comprensión exquisita. La computadora es un entorno puramente simbólico; los usuarios siempre están trabajando con representaciones abstractas de cosas, nunca con las cosas mismas. En pocos meses, los estudiantes podrían aprender a construir bases de datos relacionales complejas y presentaciones multimedia ingeniosas.
El problema con los estudiantes partidarios a los videojuegos no es simplemente equilibrar el tiempo en la computadora sino equilibrar con otras actividades en las aulas de clases. Lo importante es conocer lo que impide el triunfen académicamente, y es pertinente señalar que el bajo rendimiento no tiene nada que ver con la falta de habilidades técnicas o de acceso a las computadoras. Más bien, es la falta de cualidades como la esperanza, compasión, confianza, respeto, sentido de pertenencia, juicio moral, estabilidad, apoyo de la comunidad, cuidado de los padres, competencia y entusiasmo de los docentes lo que mantiene a los estudiantes encarcelados en la ignorancia.
En síntesis, los estudiantes del siglo XXI necesitan cumplir las demandas de la sociedad, y para ello, deben contar con la sabiduría que surge de estas capacidades humanas internas y que se desarrolla mediante la participación comunitaria.