✍CARACTERÍSTICAS DE UNA CIENCIA TECNOLOGIZADA | DOCENTES 2.0

Vivimos en una era donde la ciencia no puede entenderse sin su íntima conexión con la tecnología. Esta nueva forma de producción del conocimiento ha sido denominada por múltiples autores como ciencia tecnologizada o tecnociencia. A diferencia de la ciencia tradicional, centrada en la búsqueda del saber puro, la ciencia tecnologizada integra dispositivos, algoritmos, redes, actores sociales y procesos económicos en su estructura epistemológica y metodológica. En palabras de Echeverría (2003), se trata de una ciencia «colectiva, instrumentalizada e industrializada», donde los fines prácticos y los medios tecnológicos forman parte constitutiva del acto de conocer.

Una de las principales características de la ciencia tecnologizada es su interdependencia con los sistemas técnicos. Los avances en genética, física cuántica o astronomía no serían posibles sin tecnologías como la secuenciación de ADN, los aceleradores de partículas o los telescopios orbitales. Según Latour (2001), los instrumentos no son herramientas neutrales, sino actores que participan activamente en la configuración del conocimiento. El laboratorio se convierte en un nodo donde se entrelazan lo material, lo conceptual y lo social.

Otra característica clave es su orientación hacia la aplicación y el impacto. A diferencia de la ciencia ilustrada que se guiaba por la curiosidad y la contemplación, la ciencia tecnologizada busca resultados útiles, medibles y comercializables. Jasanoff (2004) lo denomina coproducción del conocimiento y el orden social, lo que implica que los descubrimientos científicos son modelados por intereses industriales, políticas públicas y necesidades del mercado. Esta lógica produce innovaciones aceleradas, pero también genera desafíos éticos urgentes.

La transdisciplinariedad es otro rasgo distintivo. La ciencia tecnologizada rompe las fronteras entre disciplinas: física, biología, ingeniería, informática y ciencias sociales convergen en proyectos complejos como el desarrollo de inteligencia artificial o terapias génicas. Esta articulación se potencia gracias a plataformas digitales, software colaborativo y redes globales de investigación. Haraway (1991) ya advertía que los saberes actuales son situados y atraviesan cuerpos, dispositivos y contextos históricos.

Asimismo, esta ciencia está marcada por la automatización y el procesamiento algorítmico del conocimiento. Big Data, aprendizaje automático y simulaciones computacionales sustituyen o complementan la observación directa, transformando la forma en que se valida, representa y publica el saber científico. Esto ha dado lugar al fenómeno de la ciencia de datos, donde la evidencia no siempre proviene del experimento clásico, sino de patrones identificados por máquinas inteligentes.

Una ciencia tecnologizada también implica una alta dependencia del financiamiento y de la infraestructura. Gran parte de los descubrimientos contemporáneos requieren inversiones millonarias, alianzas público-privadas y marcos regulatorios internacionales. Esto ha suscitado preocupaciones sobre la independencia científica, ya que muchos proyectos están condicionados por intereses económicos o militares. Como advierte Bunge (2000), el riesgo es que el conocimiento se convierta en un recurso estratégico más que en un bien público.

Además, la ciencia tecnologizada promueve una relación directa con la sociedad, tanto en su comunicación como en sus efectos. Redes sociales, museos virtuales, divulgadores digitales y políticas de ciencia abierta permiten a la ciudadanía acceder, debatir y hasta participar en procesos científicos. Esta ciencia participativa es una respuesta necesaria ante problemas globales como el cambio climático, las pandemias o la inteligencia artificial, donde las decisiones científicas tienen consecuencias colectivas.

En síntesis, esta forma de ciencia impone una reflexión ética constante. No se trata solo de lo que se puede hacer, sino de lo que se debe hacer. La ciencia tecnologizada requiere una ética de la responsabilidad, como propone Jonas (1984), que asuma los impactos ecológicos, sociales y humanos del saber aplicado. Así, el reto no es frenar la tecnociencia, sino dotarla de dirección y sentido humano.

Referencias

Bunge, M. (2000). Buscar la filosofía en las ciencias. Gedisa.

Echeverría, J. (2003). Ciencia y tecnología. Madrid: Akal.

Haraway, D. (1991). Simians, Cyborgs and Women: The Reinvention of Nature. New York: Routledge.

Jonas, H. (1984). The Imperative of Responsibility: In Search of an Ethics for the Technological Age. University of Chicago Press.

Jasanoff, S. (2004). States of Knowledge: The Co-Production of Science and Social Order. Routledge.

Latour, B. (2001). La esperanza de Pandora: Ensayos sobre la realidad de los estudios de la ciencia. Barcelona: Gedisa.


Ruth Mujica

Ruth M. Mujica-Sequera

Autor del Blog Docentes 2.0: Dra. Ruth Mujica-Sequera, es venezolana y está residenciada en el Medio Oriente desde el año 2011. Fundadora y CEO de Docentes 2.0 y la Revista Tecnológica-Educativa Docentes 2.0. Ingeniero de Sistema con Doctorado en Tecnología Educativa y Posdoctorado en Ciencias. La Dra. Ruth Mujica-Sequera es la Embajadora Latinoamericana de la Tecnología Educativa - Embajadora Nacional de Venezuela reconocida por ReviewerCredits