Para comenzar, la enseñanza basada en datos refleja el uso sistemático de información cuantitativa y cualitativa para orientar decisiones pedagógicas. En otras palabras, se trata de la personalización del aprendizaje en base al seguimiento de indicadores del rendimiento estudiantil. Mandinach & Gummer (2016), han desarrollado la idea de la alfabetización en datos como la competencia necesaria para los docentes del siglo XXI que les permita poder interpretar resultados para llevar a cabo la adaptación de su praxis.
Por otro lado, los datos se pueden recoger gracias a la implementación de los sistemas de gestión del aprendizaje (LMS). Por ejemplo, Canvas, Moodle o Blackboard permiten obtener métricas que bien interpretadas sirven de insumo a la retroalimentación de procesos. Por supuesto, como lo afirman Williamson et al. (2020), no todos los datos son buenos, ya que deben ser leídos desde la ética y la crítica evitando la perpetuación de desigualdades. Luego, los datos educativos son base de intervenciones tempranas en caso de estudiantes en riesgo.
Gracias a los algoritmos predictivos se pueden observar patrones de deserción o bajo rendimiento. Precisamente, el aprendizaje adaptativo se asienta en la trasmutación de datos en intervenciones formativas. El peligro de los datos reside en que su abuso deriva en la vigilancia educativa y la presión por los logros según Ball (2012), ya que se confía solamente en lo cuantificable.
Por tanto, es imperativo combinar datos con juicio pedagógico. Así, si un docente ve gradientes que el grupo no comprende un concepto, la combinación con la evidencia empírica aumenta la justicia de decisiones. Shulman (1987), de hecho, había avanzado la idea de que la relación entre el saber profesional y disciplinar es lo que da lugar al buen enseñar. De manera similar, los docentes deben ser formados en competencias de análisis de datos no solamente técnicos, sino epistemológicos. Datnow & Park (2014), exigen la transformación de la cultura escolar para dar lugar al aprecio de la indagación y la reflexión continua mediada por la evidencia.
En síntesis, la enseñanza basada en datos no es rankings ni dashboards, sino diálogo. La meta no es la fiscalización sino la docencia justa. Como concluye Schildkamp (2019), el uso de datos siempre debe ser al servicio de la equidad, inclusión y mejora. Es, por tanto, un cambio desde la infraestructura digital hasta la consciencia.
Referencias
Ball, S. J. (2012). Global Education Inc. Routledge.
Datnow, A., & Park, V. (2014). Data-Driven Leadership. Jossey-Bass.
Mandinach, E. B., & Gummer, E. S. (2016). Data Literacy for Educators. Teachers College Press.
Schildkamp, K. (2019). Data-based decision-making for school improvement: Research insights and gaps. Educational Research, 61(3).
Shulman, L. S. (1987). Knowledge and teaching: Foundations of the new reform. Harvard Educational Review.
Williamson, B., Eynon, R., & Potter, J. (2020). Pandemic politics, pedagogies and practices: Digital technologies and data in the COVID-19 crisis. Learning, Media and Technology.