En un pequeño pueblo cubierto de nieve, la Navidad había dejado de sentirse. Las luces ya no brillaban como antes y las personas caminaban con prisa, casi sin mirarse. Todo cambió la noche en que Luna, una niña de mirada curiosa, encontró una linterna antigua escondida en el ático de su abuela. Al encenderla, la luz no iluminó objetos, sino recuerdos: risas compartidas, abrazos perdidos, promesas olvidadas.
Conmovida, Luna decidió caminar por el pueblo iluminando cada rincón. A donde apuntaba la linterna, la gente detenía su paso, recordaba a alguien, sonreía o dejaba caer una lágrima que limpiaba viejos silencios. Pronto, las ventanas se abrieron, las calles se llenaron de villancicos y las manos volvieron a encontrarse.
La linterna no tenía magia; la magia estaba en lo que despertaba: la memoria del amor que todos habían guardado en algún lugar. Desde entonces, cada Navidad, el pueblo repite el ritual: salir a iluminar las sombras para recordar que ninguna oscuridad puede más que un corazón dispuesto a encenderse.
Y así, año tras año, la Navidad volvió a brillar… no porque regresaron las luces, sino porque regresó la luz interior de cada persona.
Docentes 2.0 desea que esta Navidad nos recuerde que la verdadera luz no proviene de las decoraciones, sino de los gestos que encienden la esperanza en los demás. Que podamos abrir nuestras ventanas internas, compartir lo mejor de nosotros y permitir que el amor, la compasión y la unión iluminen cada rincón de nuestras vidas. Que la luz que despertamos hoy nos acompañe durante todo el año.
