La libertad de expresión e información son los pilares básicos de la democracia y la sociedad del conocimiento. No obstante, el hombre debe contar con límites en el derecho a la veracidad de las informaciones que recibimos. El discernimiento de la realidad es lo que permite a los receptores constituir opiniones sobre el mundo que los rodea. Sin embargo, el flujo continuo de información y noticias falsas deterioran la credibilidad originando desinformación.
Tal como lo señalan los autores Wardle & Derakhshan la desinformación es “cualquier contenido informativo falso que haya sido creado y difundido de forma deliberada” (2018, p.20). Asimismo, los autores la denominan “desorden de información” porque se produce cuando las noticias no están verificadas, se comparte información falsa para hacer daño, así como, a la información mal intencionada que se construye para dañar de forma consciente a la sociedad.
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