En un entorno cambiante, las metodologías de enseñanza tradicionales ya no funcionan, las formas de trabajar el avance imparable de la tecnología, los nuevos perfiles y características de las nuevas generaciones bosquejan un escenario sin precedentes, al que ya no es solo necesario entender sino, evolucionar con él.
Se puede decir que, es muy frecuente el surgimiento de nuevas innovaciones relacionadas con la educación, sobre todo en el ámbito tecnológico. Este aluvión de novedades, transmite una sensación de evolución en el sector, que lamentablemente, no se ve reflejado en las aulas de manera masiva. No se debe confundir innovación con transformación. Actualmente, los docentes se enfrentan a un escenario sin precedentes, en el entorno laboral, llevan años experimentando un proceso de cambio, que incluso algunos denominan la 4ª Revolución Industrial, muy influido por el rápido avance de la automatización y la Inteligencia Artificial, pero asimismo por las nuevas concepciones en torno al trabajo y al lugar que ocupa en la vida del individuo.
Hoy en día, existen nuevas habilidades, conocimientos, materias y conceptos que están aún incluso por descubrir. Idiosincrasia y características únicas de una generación que crece y se desarrolla en un contexto particular que es necesario no solo conocer o entender, sino empatizar con él. Pero, realmente ¿Se está ubicando la atención en lo que viene? ¿Los docentes se adaptan al cambio en el momento que se produce, o se preparan y anticipan a él, para poder tomar medidas estratégicas en consecuencia?
Colocar al estudiante en el centro del proceso implica tener en consideración su contexto único. No se puede educar sin entender de manera profunda a las nuevas generaciones, a la juventud en sí. Sus motivaciones cambiantes, sus características y hábitos, en definitiva, su cultura.
En síntesis, por un lado, tenemos la conocida transformación digital. Por otro, la transformación personal, tanto de estudiantes como de docentes para adaptarse y evolucionar con este nuevo escenario. Sin embargo, para que el sistema educativo se anticipe y adapte a los cambios es fundamental una transformación social, un cambio de mentalidad político en relación a la educación, una integración de los procesos de aprendizaje en el día a día. Es decir, volver a colocar la educación en el lugar que se merece, en el centro y como máximo responsable del avance y la evolución positiva de cualquier sociedad.