El término procrastinación proviene del verbo latino procrastinare que significa “dejar algo para el día siguiente”. De acuerdo con el autor Solomon, la procrastinación es la tendencia a demorar el inicio o la finalización de tareas importantes hasta el punto de la incomodidad. Los autores Steel y Ferrari (2012), dos autores destacados en este campo, definen la procrastinación como una insuficiencia en los procesos de autorregulación, que provoca la demora voluntaria de actividades planificadas, aunque se anticipe una situación peor como consecuencia de la demora. Un tipo de procrastinación es la académica, definida como una demora innecesaria e injustificada de las tareas relacionadas con los estudios.
Según Schouwenburg (2004) existen dos tipos de procrastinación académica: la esporádica y la crónica. La procrastinación académica esporádica, asimismo llamada conducta dilatoria, hace referencia a una conducta puntual y relacionada con actividades académicas concretas debido a carencias en la gestión del tiempo. En cambio, la procrastinación académica crónica es el hábito generalizado de demorar la dedicación al estudio. Otra clasificación frecuentemente empleada es la que distingue dos tipos de procrastinadores: el tipo arousal y el tipo.
El procrastinador tipo arousal aplaza las tareas para experimentar emociones con la seguridad de que consigue mejores resultados cuando trabaja bajo presión. Por el contrario, el tipo evitativo demora las tareas para no enfrentarse a sus propias limitaciones y evitar el fracaso, seguramente debido a una baja autoestima y confianza en sí mismo. No obstante, se ha puesto en duda esta clasificación en varias investigaciones, llegando a la conclusión de que la procrastinación es siempre una demora irracional e injustificada.
La procrastinación académica es un comportamiento prevalente en la población estudiantil. Se estima que entre el 80% y el 95% de los estudiantes adopta conductas dilatorias en algún momento, el 75% se considera a sí mismo procrastinador y el 50% aplaza frecuentemente la dedicación a los estudios. Son datos muy alarmantes, teniendo en cuenta que se trata de una conducta desadaptativa con muchas consecuencias negativas para el estudiante, como un bajo rendimiento académico, malestar emocional, ansiedad y sensación de fracaso, entre otros.
En síntesis, hasta ahora se ha estudiado la relación de la procrastinación con la edad y el curso académico separadamente, de modo que algunos trabajos relacionan la procrastinación académica con el curso de los estudiantes, y otros, establecen una relación entre esta variable y la edad de los estudiantes. Los docentes deben evaluar cómo se están sintiendo los estudiantes y ayudarlos a entender por qué están dejando las cosas para después. Usando las técnicas de mindfulness o conciencia plena podemos reconocer que no tenemos ganas de hacer algo sin juzgar ese sentimiento, y luego nos ayuda a acordarnos por qué es importante realizar la tarea y comprometerse a empezarla.