En la actualidad, la sociedad de consumo no favorece los valores de cooperación, por lo tanto, que la institución educativa debe potenciar un avance positivo en torno a ello. Existe la certeza de que la educación ha de preparar para la vida y ha de estar ligada a los ideales democráticos; por consiguiente, ha de integrar, asimismo la recreación del significado de las cosas, la cooperación, la discusión, la negociación y la resolución de problemas.
En un contexto multicultural se hace necesario hablar de la educación en la solidaridad, cooperación y colaboración entre los estudiantes, que luego serán ciudadanos de pleno derecho y podrán desarrollar estos comportamientos en sus comunidades y entre los pueblos. Uno de los procedimientos más potentes para el aprendizaje de estos valores gira en torno al aprendizaje cooperativo claramente estructurado en grupos de aprendizaje. El sistema educativo, como creador de factores de socialización, no sólo debe incorporar dentro del currículum el aprendizaje de habilidades de relación social, sino que, para que el individuo aprenda a cooperar de manera eficaz, debe organizar de forma cooperativa las instituciones y, muy especialmente, sus aulas de clases.
La sociedad, hoy en día, empuja al individuo a competir con sus semejantes por la obtención de metas cada vez más elevadas; este modelo está presente en los ambientes escolares y en el hogar. Por lo tanto, si lo que se desea es hacer realidad una institución educativa comprensiva atenta a la diversidad, intercultural y que dé respuesta a las necesidades heterogéneas que identifican a los educandos, se debe incorporar estructuras de enseñanza aprendizaje cooperativo, ya que la cooperación es el modo de relación entre los individuos que permitirá reducir estas diferencias, impulsará a los miembros más favorecidos a ayudar a los menos favorecidos y a estos a superarse.
Los métodos de aprendizaje cooperativo son estrategias sistematizadas de instrucción que presentan dos características generales: la división del grupo de clase en pequeños grupos heterogéneos que sean representativos de la población general del aula y la creación de sistemas de interdependencia positiva mediante estructuras de tarea y recompensa. Si se tiene en cuenta esas dos características, los principales objetivos del aprendizaje cooperativo son claros y se podría considerar como un sistema de aprendizaje en el que la finalidad del producto académico no es exclusiva, sino que desplaza aquella en busca de la mejora de las propias relaciones sociales, donde para alcanzar tanto los objetivos académicos como los relacionales se enfatiza la interacción grupal.
En síntesis, se debe reemplazar la preocupación de los contenidos, por la preocupación por el proceso, a fin de que nuestras generaciones jóvenes adquieran las habilidades mentales y sociales necesarias no para mantenerse, sino para mejorar, nuestra organización social. De igual modo que en las interacciones sociales que se dan en la vida ordinaria, en el aprendizaje cooperativo, el simple hecho de que las personas se relacionen o coordinen en una situación concreta no supone necesariamente que juntas mejoren lo que pueden hacer cada una por separado.