El concepto de actividad, se reconoce en psicología en dos funciones: como principio explicativo y como objeto de investigación. De acuerdo con el autor Davidov, una actividad se compone de una necesidad, un motivo, una finalidad y condiciones para obtener la finalidad. Al momento de caracterizar estos componentes y transformaciones sirve para explorar clases concretas de actividades, por lo que podemos utilizarla como categoría de análisis para la actividad de enseñanza y aprendizaje, entendida como un sistema de actividad, un sistema de relaciones entre individuos históricamente condicionados y sus entornos más próximos organizados culturalmente.
De acuerdo con el autor Rosa, “una situación de enseñanza aprendizaje es el resultado de la conjunción de varios sistemas: a) el sistema profesor; b) el sistema alumno, y c) el espacio de interacción en el que se desarrollan las operaciones de los dos anteriores”. Reflexionando sobre esto, podemos decir que, en el sistema estudiante, se incluye las concepciones de que dispone, y sus procesos de cambio conceptual en el marco de una cognición situada. En el espacio de interacción, como contexto donde se desarrollan las acciones de educando y docentes, se consideran las negociaciones y regulaciones mutuas, que conducen al aprendizaje de las destrezas que se quieren enseñar, analizando el aula como espacio discursivo y cultural y de entrecruzamiento narrativo. En el sistema docente, incluiría su conocimiento profesional, como elemento que da sentido a sus prácticas, la proyección de las epistemologías implícitas en el currículo, en la elección de los contenidos y en las estrategias de enseñanza.
El sistema cognitivo humano opera para optimizar la adaptación de los sujetos al medio. El conocimiento es, como señala el autor Rodríguez, es uno de los elementos esenciales para la adaptación del ser humano. El conocimiento del medio nos permite hacer predicciones, resolver problemas, y actuar en él para sobrevivir. Los individuos construyen sus explicaciones cuando las requieren para desenvolverse en el entorno y eso suele ocurrir mucho antes de recibir formación, de ahí que las concepciones intuitivas sean “erróneas desde la perspectiva científica y están cargadas de sesgos procedentes de lo que resulta más sobresaliente y característico de los fenómenos, en lugar de estar centradas en lo que es más definitorio”.
Este conocimiento, que se ajusta a los intereses de los individuos y que debe ser aplicado, favorece, asimismo, la motivación por seguir conociendo. Pero, cuando se trata de la adquisición del conocimiento científico no siempre se le da sentido al conocimiento, atenuando la adquisición de conocimientos declarativos carentes de funcionalidad, no utilizables en la clase ni en ningún otro contexto, obstaculizando la puesta en juego de la motivación para aprender y el cambio conceptual, a generar en las ideas intuitivas previas del estudiante.
El término cambio conceptual, hace alusión tanto al resultado como al proceso de transformación de las concepciones de los individuos, que es el objetivo de la actividad de enseñanza y aprendizaje que se examinan. Una de las finalidades centrales de la educación, consiste en cambiar las estructuras de conocimiento de los estudiantes que llegan a clase con nociones más cotidianas y superficiales, para que adquieran ciertas nociones más académicas y profundas.
En síntesis, el concepto de interacción educativa rememora situaciones en las que los protagonistas actúan simultánea y recíprocamente en un contexto determinado, en torno a una asignación o a un contenido de aprendizaje, con el fin de lograr unos objetivos más o menos definidos. En el transcurso de las actividades escolares de enseñanza y aprendizaje parte del conocimiento que construyen los educandos se refiere, básicamente, a contenidos culturales ya elaborados y construidos socialmente, sobre los cuales los estudiantes construyen realmente significados, gracias, sobre todo, a la interacción que establecen con el docente.