Aunque el estatus funcionarial señale de una manera determinante las relaciones laborales y éstas no hayan variado de modo significativo en los últimos años, se han cuestionado muchos aspectos que, hasta ese momento, se consideraban inamovibles. Se ha podido observar, cómo se ha ido cuestionando el conocimiento idealista e inmutable de las ciencias, como fundamento de la educación y se ha ido abriendo a otras concepciones en las que la incertidumbre tiene un papel importante. Por ende, se ha empezado a valorar la importancia del sujeto, y la de su participación, efectivamente, en su relevancia de como adquiere en la educación el equipaje sociocultural.
De aquí, cabe preguntarse, ante tantas dificultades para asumir una profesión docente, ¿cuáles son las competencias necesarias para que la docencia tenga una repercusión educativa y social? Históricamente, las características de la profesión docente, es decir, la asunción de una cierta profesionalidad, se caracterizaba por unos rasgos en los que predominaba el conocimiento objetivo, el saber de las disciplinas a imagen y semejanza de otras profesiones. Saber o poseer un cierto conocimiento formal, era asumir la capacidad de enseñarlo. A parte de esas características de un conocimiento formal establecido, se respalda, si se desea ser un profesional, por una autonomía profesional; es decir, el poder tomar decisiones sobre los problemas profesionales de la práctica.
En la actualidad, para la educación del futuro, esas auténticas características se consideran insuficientes, aunque no es debatible que sean necesarias. El contexto adquiere cada vez más importancia, la capacidad de adecuarse a él metodológicamente, la visión de la enseñanza no tanto técnica, como la transmisión de un conocimiento acabado y formal, sino más bien, como un conocimiento en construcción y no inmutable, que analiza la educación como un compromiso estatal lleno de valores éticos y morales, de desarrollo de la persona y la colaboración entre ellas como un factor importante en el conocimiento profesional.
En síntesis, esta interrogante ayuda a un proceso en el que el conocimiento profesional, más allá de una taxonomía de rasgos unificadores de toda la labor docente, se hace fundamental. Y donde se destacará como característica primordial, la capacidad reflexiva en grupo, pero no únicamente como aspecto de operativización técnica, sino como proceso colectivo para regular las acciones y decisiones sobre la enseñanza ya que el mundo que nos envuelve es mucho más complejo, y las dudas, la falta de certeza y la divergencia son aspectos esenciales con los que debe convivir el profesional de la docencia.
Esto, ha llevado a valorar, la gran importancia que tiene para la docencia el aprendizaje de la relación, la convivencia, la cultura del contexto y el desarrollo de la capacidad de interacción de cada persona con el resto del grupo, con sus iguales y con la comunidad que enmarca la educación.