En la sociedad actual, la competencia por el éxito es probablemente la fuente principal de estrés, ya que frecuentemente las oportunidades de éxito están establecidas por la realización de exámenes. Un ejemplo muy habitual es, el estudiante que necesita tener muy buenas calificaciones, como además debe obtener buenos resultados en difíciles exámenes de admisión. Por ello, no es asombroso que los exámenes sean evaluados como una amenaza, generando reacciones emocionales de ansiedad y malestar.
Por ende, se explica que la ansiedad producida por los exámenes sea un problema común entre los estudiantes. La mayoría de los educandos ven el momento del examen como algo amenazador y experimentan un incremento de su estado de ansiedad frente al mismo. Comúnmente, cualquier evaluación somete a los candidatos a dos situaciones: la dificultad privativa de las preguntas y el posible nivel distorsionador de la ansiedad. De acuerdo con algunos autores, se ha comprobado que mientras exista un incremento moderado en el nivel de ansiedad puede ser útil si motiva al estudiante a desarrollar sus esfuerzos y a enfocar su atención en el contenido evaluativo, pero, un aumento de la ansiedad puede producir resultados insatisfactorios.
Los efectos agotadores de estas reacciones emocionales sobre la ejecución en los exámenes han sido ya demostrados. Frente a estos hechos podemos encontrar las diversas teorías y aproximaciones metodológicas que pueden ser agrupadas en dos enfoques completamente opuestos: De un lado, los «teóricos del Yo», este concepto se refiere a diferencias individuales en la preferencia a tener reacciones de ansiedad frente a los exámenes. Las reacciones de ansiedad-estado se caracterizan por sentimientos conscientes, percibidos como temor, nerviosismo y por la activación del sistema nervioso autónomo. De otro lado, se encuentra las teorías de la conducta como proceso, para quienes los sucesos de la vida no provocan problemas serios en la mayoría de las personas cuando ocurren a su debido tiempo y son esperados. Lo estresante en ellos, es la importancia que el sujeto otorgue al cambio o a su ausencia, lo cual dependerá de la propia historia personal, de la etapa de la vida en la que se encuentre y del conjunto de circunstancias.
En este contexto, el autor Lazarus define el estrés como “la emoción, la motivación o la cognición que resulta de la evaluación que el sujeto hace de aquellas relaciones con el medio que sobrepasan sus recursos o los del sistema social”. Es por ello, que la evaluación es referente al grado de dificultad que los estudiantes esperan, la importancia que el examen tenga para cada uno, hasta qué punto piensan que podrán controlar la situación, y la posibilidad que creen tener de cambiar la relación problemática entre ellos y su entorno.
En síntesis, en el modelo teórico de la Psicología del Yo se define al afrontamiento como el conjunto de pensamientos y actos realistas y flexibles que solucionan problemas y, por tanto, reducen el estrés. Así, los estilos cognitivos pueden considerarse procesos adaptativos, pero no de afrontamiento. De esta forma definen el afrontamiento como aquellos esfuerzos cognitivos y conductuales constantemente cambiantes que se desarrollan para manejar las demandas específicas externas y/o internas que son evaluadas como que están excediendo o desbordando los recursos del individuo.