Pocos docentes de aula tienen mucha capacitación en consejería y apoyo de salud mental. No obstante, en promedio, el 49% de los estudiantes tiene problemas de salud mental (Merikangas et al., 2010) que pueden afectar su capacidad para percibir con precisión las acciones de las personas, mantenerse regulados cuando están estresados o enfrentar las interacciones típicas en el aula.
Además, dado que estas discapacidades a menudo son invisibles o incluso no se diagnostican, los educadores pueden fácilmente malinterpretar las intenciones de los estudiantes, entendiéndolos como irrespetuosos, no conformes o no participativos cuando, de hecho, existen otras razones para su comportamiento. En su frustración, los docentes también pueden reaccionar ante estos estudiantes de una manera que complica el problema.
Para tener éxito en el aula, los estudiantes con problemas de salud mental tienden a necesitar una dieta constante de interacciones positivas con sus docentes. De lo contrario, pueden volverse incómodos, poco cooperativos o retirados y es posible que no puedan acceder al plan de estudios, mantener el esfuerzo, participar en tareas o incluso asistir a la institución educativa.
Algunos docentes tienen una habilidad especial para ayudar a tales estudiantes, lo que se hace evidente cuando, un estudiante tiene frecuentes detenciones de todos sus educador, excepto uno, o cuando un docente se hace famoso por “obtener” estudiantes con comportamiento de oposición, o cuando un estudiante con dificultades finalmente se involucra en la instrucción de lectura después de ser cambiado a un nuevo maestro que tiene una amplia experiencia con estudiantes que tienen trastornos de ansiedad.
Sin embargo, las estrategias que emplean estos docentes para establecer relaciones sólidas y reducir la mala conducta de los estudiantes no son instintivas para todos. Para aprenderlos, los educadores necesitan apoyo y práctica explícitos e intencionales. Además, debido a que el éxito de los estudiantes no debe depender de la suerte, todos deben saber cómo interactuar de manera positiva y efectiva con los estudiantes con dificultades para que puedan sentirse seguros y conectados con sus aulas y escuelas.
Las estrategias de interacción efectivas: las formas verbales y no verbales de interactuar y desarrollar una relación con un estudiante, incluyendo el tono de voz, la proximidad, el uso del humor, las respuestas de escalabilidad al comportamiento desafiante y las formas suaves de dar retroalimentación constructiva, son esenciales para estos estudiantes ‘éxito, y debemos priorizarlos al igual que hacemos otras adaptaciones esenciales, como tiempo adicional en las pruebas para un estudiante con TDAH o acceso a una calculadora para un estudiante con una discapacidad matemática (Minahan, 2014; Minahan y Rappaport, 2012 ).
En síntesis, a pesar del valor comprobado de las estrategias de interacción, casi nunca se escriben y comparten entre colegas. Cuando los estudiantes pasan a una nueva clase o grado, sus docentes anteriores a menudo transmiten información a los nuevos, incluidas notas sobre el progreso del estudiante en matemáticas o lectura, o consejos sobre la mejor manera de comunicarse con sus padres. No obstante, rara vez les dicen a sus colegas cómo, por ejemplo, lograron ayudar a un estudiante determinado a sentirse seguro, de modo que ya no era necesario que se comunicaran con el trabajador social durante la clase, o qué hicieron para conectarse con él personalmente, para que él pudiera tolerar que le dieran instrucciones.
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