En la actualidad, el desarrollo tecnológico y la distribución de la información generan dificultades que cada vez son más difíciles de solventar, especialmente en los entornos con fenómenos enigmáticos para el ser humano. El pensamiento sistémico fue desarrollado en el 1968 por Bertalanffy cuando la aplicación del método científico en problemas de la biología, debido a que este método se apoyaba en una visión mecanicista y causal que lo hacía frágil como proyecto para la ilustración de los grandes problemas que se dan en los sistemas vivos.
El autor Lampis (2013) sostiene que el pensamiento sistémico, relacional o complejo como paradigma, que posee determinadas notas esenciales. Abordar la problemática de los métodos educativos implica un replanteamiento de las condiciones metodológicas de la educación y un estudio. (p. 14). Por lo tanto, al enfocar la educación como un sistema dinámico, que ofrezca posibilidades de tratamiento lógico y de aplicación eficaz.
No obstante, son varios los argumentos que favorecen el enfoque sistémico como teoría privilegiada en el ámbito educativo. El reconocimiento hace indispensable una mirada interdisciplinaria, donde se pueden observar la presencia de múltiples actores y de agentes. En las aulas de clases, se observa que los estudiantes y docentes se señalan como los culpables de su evolución o como el problema u obstáculo para superarse, pero no buscan la causa en si mismo el YO, en el entorno.
Para poder superar la complejidad de estos procesos, es importante entender las interacciones para poder crear y dirigir el aprendizaje significativo. El pensamiento sistémico integra lo creativo, estratégico y la intervención para alcanzar los objetivos deseados.
Entre algunos de los beneficios del pensamiento sistémico en el aula de clases, tenemos:
- Permite al docente ejercer una mayor influencia en su propia vida.
- Permite descubrir patrones existentes en su quehacer pedagógico.
- Facilita el proceso de métodos eficaces para resolver problemas y su origen.
- Genera reflexiones más claras y mejorar la comunicación.
- Deja de culpar, porque comprende que la culpa no es de la persona sino de la estructura del sistema.
- Alcanza una actitud de esfuerzo permanente.
En síntesis, el pensamiento sistémico es la habilidad de solventar los problemas dentro de un sistema complejo. Los cuatro principios fundamentales son: adquisición de una visión global, reconocimiento de los sistemas y sus relaciones existentes, observación de los elementos que los forman, y el estudio de las posibles soluciones, como, además, los efectos a corto y largo plazo.