La docencia se considera como una de la profesión más relevante para la adquisición de competencias y conocimiento. Es por ello, que requiere que el docente cumpla con las demandas de la sociedad actual. Esto, palpablemente, se beneficia con una correcta estructuración entre el quehacer pedagógico y la práctica en las aulas de clases. Por lo tanto, es pertinente que la planeación educativa considere la reflexión sobre el accionar docente.
Lo anterior, cobra importancia en este tiempo de confinamiento. El docente debe ser reflexivo, capaz de observar su rol, obstáculos y competencias para poder así transformar su acción docente de acuerdo con las necesidades del estudiante y su contexto. Este desafío es arduo porque en la actualidad, las instituciones educativas todavía se conservan en un enfoque formativo que damnifica el desarrollo de la postura reflexiva. El autor Jacobo (2009) señala que cuando el docente reflexiona sobre su labor, expone, interpreta, actúa y alcanza el éxito, se apodera del rol que juega en el cambio social.
Es importante señalar, que el dominio de ciertas competencias, habilidades, conocimientos y destrezas propias de la docencia admite el aprendizaje profundo, continuo y progresivo. Lo que permite alcanzar con mayor eficiencia una vida equilibrada profesional, por lo tanto, es justo este lo que demarca la transición del docente en sus diferentes etapas formativas en las que se ha segmentado la profesión.
Por lo tanto, la expresión “docente innovador” invita al educador a que realice una contante evaluación de su proceso pedagógico, procedimientos utilizados y del resultado obtenido. El autor Pruzzo (2001) alude que la reflexión origina procesos de análisis, los cual, permite comprender, interpreta y condicionar las acciones. Mientras que, Blandez (1996) sustenta, que es un modo de pensar, que involucra análisis, estudio, y meditación profunda. Por ende, la docencia va más allá del acto de transferencia del conocimiento, dado que educar es un proceso que envuelve aspectos pedagógicos, emocionales, demostrativos, sociales, valorativos, entre otros.
En síntesis, la reflexión implica cuestionar, conectar con los conocimientos para tomar conciencia del rol que dirige la enseñanza, como bien afirma Dewey (1991), sólo los procesos de reflexión hacen que una acción mecanizada o ciega se convierta en una: “acción inteligente”.