Todos los cambios y modificaciones que han sufrido las lenguas y que se han mostrado a lo largo de la historia, que han recibido la variabilidad social o histórica de los pueblos. Por tal motivo, aprender una lengua no es sólo aprender a leer y escribir mecánicamente, ya que el proceso es más complejo, es de carácter social y se expresa mediante un sistema convencional que refleja la configuración cognitiva del individuo enmarcado en un entorno cultural específico. Esa percepción del conocimiento inicia su trayectoria con la oralidad como una forma de aproximación, de comunicación con los demás individuos. Esa aproximación almacena la información que se necesita para conocernos en primer lugar y luego para proponer ideas, planteamientos y para argumentar las opiniones que ofrecen las otras personas.
Por consiguiente, que el niño/a a la edad aproximada de cuatro años, debe manejar un vocabulario básico y funcional como además algunas reglas indispensables de la estructura lingüística, es decir, sé que posesione de los procesos mentales superiores que se ven acelerados o estimulados por el medio social y familiar a través de una constante formulación de hipótesis. Tiene un caudal de conocimientos previos cuando se acerca a los dos procesos: lectura y escritura. Sería insensato de parte del educador el no tener presente ese caudal experiencial, y más antiguo todavía, sería el querer usar procedimientos anticuados para comenzar el proceso.
Por ende, se espera, que la institución educativa se encargue, por medio del proceso de aprendizaje, ofrecer todo el apoyo necesario para superar las debilidades o dificultades que se presenten y poder consolidar así un aprendizaje verdaderamente significativo. De allí, que el aula de clase funcione como un auténtico laboratorio y como la fuente de estímulo para desarrollar y fortalecer el lenguaje creativo del educando, con el fin de erradicar lentamente las dificultades que se encuentran todavía en el desempeño oral y escrito de los estudiantes de todos los niveles de la educación.
Como leer significa comprender las ideas que han sido plasmadas en un texto, el estudiante está consciente de esto antes de saber leer y escribir, en el mejor sentido del término. No obstante, poco a poco se va adueñando de ese conocimiento impreso y esto se hace tangible cuando comienza a inferir, a sugerir hipótesis cada vez que lee un cuento, una fábula o una adivinanza, para luego comprobar, asimilar y/o reorganizar el contenido; por este motivo, reconoce el papel de los personajes, descubre quién hace trampa en la fábula o acierta la adivinanza leída.
En síntesis, la lectura y la escritura como un término complejo, exige una serie de actividades que con iniciativa y compromiso se pueden llevar al aula de clases de acuerdo con el nivel o grado donde se desempeña el docente. Entre esas actividades se mencionan los cuentos, las fábulas y las adivinanzas, entre otras, como un primer acercamiento.