En la complicada labor de educar, deben emplearse dos ingredientes fundamentales, ellos son: el cariño y la comunicación, por un lado, las normas y límites. Efectivamente, tanto los padres como los docentes deben educar en un contexto cálido y afectuoso, de cariño incondicional, pero sin olvidar que educar también implica establecer normas y poner límites en el comportamiento de sus educandos, para que puedan aprendan cómo deben actuar.
Realmente, estos elementos son imprescindibles para que los estudiantes crezcan como personas seguras, confiadas y capaces de querer y cuidar. Para ello:
1. Es importante que el ambiente en el hogar sea cálido y afectuoso.
2. Los padres y docentes deben responder a las necesidades de sus jóvenes con preocupación.
3. Además, los educandos deben ser aceptados tal como son, con sus cualidades y defectos, valorando de ellos lo positivo, y ayudándoles a superar sus dificultades.
4. Los padres y docentes deben mostrar su apoyo, comprensión y confianza en las capacidades de sus estudiantes, especialmente cuando se equivocan o hacen algo que no está bien.
5. Se debe mantener una buena comunicación, escuchando atentamente las cosas que cuenten, mostrando interés por las cosas que les preocupan e intentando ponerse en su lugar.
6. Asimismo, los padres y docentes pueden organizar actividades que permitan disfrutar conjuntamente.
En definitiva, se trata de crear un entorno en que educandos crezcan felices, sabiéndose queridos incondicionalmente, confiados en que siempre encontrarán apoyo y protección en su familia y en el aula de clases.