La inteligencia práctica se ha señalado como una inteligencia alternativa a la inteligencia académica. Este tipo de inteligencia se define de manera precisa como a la aptitud para resolver problemas definidos de manera imprecisa, que surgen en la vida diaria y para los cuales no existen soluciones claras y explícitas. Al contrario de lo que ocurre en los problemas de tipo académico, en la solución de los problemas de tipo práctico la edad es un fiel aliado.
En el ámbito educativo, el docente ha de aplicar tu inteligencia práctica para alcanzar unos objetivos propuestos por los organismos competentes, conservando, al mismo tiempo, suficiente energía personal como para enfrentarte día a día a los desafíos que plantean las aulas de clases. La inteligencia práctica le indica que debe de mantener el contacto con los demás educadores y saber quiénes le pueden ayudar a alcanzar los recursos que necesitas. En la parte de su vida que transcurre fuera de la institución educativa, tendrá que usar tu inteligencia práctica para manejar otros conocimientos, tales como saber administrar sus recursos económicos, superar tus dificultades personales o estar atento a las necesidades afectivas de tus familiares y amigos.
No obstante, si el docente desea sacar el máximo provecho de la institución educativa y de lo que ésta les ofrece, los estudiantes también han de utilizar la inteligencia práctica para la el aula. A través de amplios estudios algunos investigadores y educadores han identificado las cinco habilidades que los estudiantes han de desarrollar para obtener un buen rendimiento escolar. Son las siguientes:
1. El por qué
¿Por qué existe la institución educativa? ¿Por qué los estudiantes deben aprender a leer, escribir, desarrollar sus asignaciones? Los educandos deben saber cuál es la finalidad de cada una de las actividades escolares, ser conscientes de la importancia que el aprender ocupa en sus vidas actuales y prever su utilidad en el futuro.
2. Conocerse a sí mismo
¿Cuáles son las aptitudes y carencias de los estudiantes? ¿Cuáles son sus hábitos, apegos e inquietudes? Las técnicas de autoevaluación pueden ayudar a los estudiantes a comprender sus propios hábitos de trabajo y preferencias intelectuales con el fin de aprovechar mejor sus aptitudes y compensar sus carencias.
3. Aceptar las diferencias
¿En qué se diferencian las distintas asignaturas del programa escolar? ¿En qué se diferencia el ritmo de aprendizaje y formato de evaluación? En la medida en que los estudiantes conozcan las coincidencias y diferencias entre los distintos tipos de asignaciones, podrán ser capaces de modificar sus estrategias y estilo de trabajo en concordancia con éstas.
4. Conocer el proceso
¿Qué debe hacer un estudiante cuando se encuentra ante dificultades? ¿Qué pasos se deben seguir a la hora de llevar a cabo las asignaciones escolares? En la medida en que los educandos se concentran en el proceso, reconociendo y definiendo problemas por sí mismos, podrán ser capaces de plantear estrategias efectivas, localizar y organizar el material de apoyo y utilizar sus conocimientos para completar su trabajo.
5. Reelaborar
Regresar sobre un trabajo parece una pérdida de tiempo, pero los buenos estudiantes saben reconocer la importancia de la autocrítica y la reflexión. El trabajo de reelaborar merece la pena.
En síntesis, La inteligencia práctica está vinculada a la formación de una acción o de un uso repetido, que se traduce en un conocimiento o praxis. Es el poder de conquistar las experiencias de aprendizaje, construyendo habilidades funcionales. Ella se diferencia de la percepción teórica y de la orientación académica, nos ayuda a entender por qué algunas personas con un alto coeficiente intelectual no obtuvieron el éxito en la profesión.