La mayoría de las personas afirman, que un buen aprendizaje involucra: lectura, escritura y aritmética. Pero, una cultura escolar que promueve la diversidad en el aula, enseña a los estudiantes algo más importante, cómo lo es vivir y trabajar en una sociedad donde cada individuo es único.
En una sociedad cada vez más fragmentada, la capacidad de conectarse con compañeros y vecinos, con diversos antecedentes y habilidades es invaluable. La diversidad mejora las habilidades de pensamiento crítico, crea empatía y anima a los estudiantes a pensar de manera diferente. La diversidad es todo lo que hace a las personas diferentes entre sí. Esto incluye muchos factores diferentes: raza, etnia, género, orientación sexual, condición socioeconómica, capacidad, edad, creencias religiosas o convicción política. Todos estos factores trabajan juntos para informar cómo las personas se encuentran con el mundo.
La diversidad en el aula construye mejores pensadores. Según un artículo de Scientific American, es más probable que pensemos más sobre un problema cuando hablamos con alguien que es diferente a nosotros:
“Décadas de investigación de científicos organizacionales, psicólogos, sociólogos, economistas y demógrafos muestran que los grupos socialmente diversos (es decir, aquellos con una diversidad de raza, etnia, género y orientación sexual) son más innovadores que los grupos homogéneos”.
El mismo artículo continúa señalando que incluso la apariencia de diversidad (y con ello, la sugerencia de que existen diferentes opiniones) nos hace cambiar la forma en que abordamos los problemas. Los estudiantes no son una excepción a esta regla. La diversidad en el aula enseña a los estudiantes a apreciar diferentes perspectivas y sacar conclusiones más sólidas.
En síntesis, desafiar a los estudiantes a considerar diferentes perspectivas también puede enseñarles cómo interactuar con sus compañeros a nivel social, y equiparlos con las habilidades que usarán por el resto de su vida.
