✍ÁRBOLES DE NAVIDAD DE ROBERT FROST | DOCENTES 2.0

La ciudad se había replegado sobre sí misma
y dejado al fin el campo para el campo;
cuando entre los remolinos de nieve que no vienen a descansar
y los remolinos de hojas que todavía no descansaron, un extraño
arribó a nuestro jardín, que miraba a la ciudad,
haciéndolo del modo campestre en que lo hacen allí,
se sentó y esperó hasta que nos hizo salir fuera con nuestros abrigos sin abotonar
para preguntarle quién era.
El nos mostró que la ciudad volvía
para buscar algo que había perdido
sin lo cual no podría hacer su Navidad.

Me preguntó si podía venderle mis Árboles de Navidad;
mis bosques – los jóvenes abetos balsámicos un lugar donde las casas son todas como iglesias y tienen pináculos.
Nunca pensé en ellos como árboles de Navidad.
Dudo si estuve tentado por un momento
de vendérselos sus pies marchando en autos dejando toda pelada la ladera detrás de la casa,
donde el sol calienta ahora no más que la luna.
Odiaría  que ellos lo supieran si fuera así.
Más aún odiaría mantener mis árboles excepto
como otros mantienen los suyos o rehusan hacerlo,
más allá del tiempo de crecimiento provechoso,
la prueba del mercado que cada cosa debe afrontar.
Me entretuve demasiado con la idea de venderlos.
Luego, ya sea por una cortesía mal entendida y temor de parecer corto de palabras,
o por la esperanza de escuchar algo bueno de lo que era mío, dije
“No hay suficientes que valgan la pena”.
“Podría decirle pronto cuántos deberían cortar, déjeme echarles un vistazo”.

“Puede mirar. Pero no espere que deje que los tenga”
en la pradera brotaban, algunos en grupos demasiado juntos,
cuyas ramas se entrecruzaban, aunque no unos pocos solitarios con ramas iguales,
todos redondos y redondos.
A los últimos el asentía “Sí”, o hacía una pausa para decir debajo de alguno más hermoso,
con la moderación de un comprador “Este podría valer”.
Yo pensaba lo mismo, pero no estaba allí para decirlo.
Trepamos por la pradera en el sur, la cruzamos, y salimos al norte.
El dijo “Mil”.

“¡Mil árboles de Navidad! – ¿a cuánto cada uno?”

El sintió la necesidad de suavizarlo para mí: “Mil árboles serían treinta dólares”.

Entonces estuve seguro de que nunca quise decir que podía llevárselos.
¡Nunca mostré sorpresa! Pero treinta dólares parecían tan poco
al lado de la extensión de la pradera que debía destrozar,
tres céntimos (porque eso era todo lo que calculaban por pieza),
tres céntimos tan poco al lado de lo que los amigos del dólar
a los que debería estar escribiendo para dentro de una hora
podrían pagar en ciudades por buenos árboles como estos,
árboles regulares para la sacristía de todas las Escuelas Dominicales
podrían colgarse suficiente para recoger suficiente.

¡Mil Árboles de Navidad que no sabía que tenía!

Valen más tirar los tres centavos que venderlos,
como se puede demostrar con un simple cálculo.
Qué pena  que no pueda meter uno en una carta.
No puedo evitar desear que pudiera enviarte uno,
al desearte aquí una Feliz Navidad.

 

 


Ruth Mujica

Ruth M. Mujica-Sequera

Autor del Blog Docentes 2.0: Dra. Ruth Mujica-Sequera, es venezolana y está residenciada en el Medio Oriente desde el año 2011. Fundadora y CEO de Docentes 2.0 y la Revista Tecnológica-Educativa Docentes 2.0. Ingeniero de Sistema con Doctorado en Tecnología Educativa y Posdoctorado en Ciencias. La Dra. Ruth Mujica-Sequera es la Embajadora Latinoamericana de la Tecnología Educativa - Embajadora Nacional de Venezuela reconocida por ReviewerCredits