En la actualidad, el concepto de autonomía está tomando fuerza a través de la educación digital. Algunos autores han considerado que, a las personas había que formarlos desde muy temprano para que pudieran enfrentarse a la vida (Confucio, 551-479 AC.), asimismo Sócrates insistía en que el conocimiento se adquiere desde adentro. Igualmente, Kant reflexiona sobre el pensamiento sin obediencia, capaz de valerse por sí mismo, sin la dirección del otro. Freire sustenta la necesidad de construir el conocimiento, pensamiento reflexivo, constructivo y crítico. Como, además, Piaget, nos enfrenta a la autonomía.
De acuerdo con el autor Torre-Puente (2007), el aprendizaje es un proceso intrapersonal e interpersonal de carácter social, cultural y disciplinar, que está anclado contextualmente y no puede entenderse sino dentro del sistema interactivo de los elementos que lo producen (p. 21). Por lo tanto, podemos señalar que el aprendizaje es un proceso cíclico, dinámico y diferente para cada individuo, ya que es una construcción permanente, como, propia que va incorporando cambios a la vida del sujeto.
Por ello, procesar la información a la hora de estudiar implica verificar ciertas actividades que ayuden a la interpretación; es decir, que admita la elaboración y organización de esta, para conectarla o relacionarla con conocimientos previos de manera coherente. Existen personas que relacionan la información de manera lógica y lineal, las organizan por grupos, verbalizan las ideas, comparten, discuten con otros, como, además, reflexionan. No obstante, tal como lo señala el autor Avilés (2003) lo ideal sería que todas las personas fueran capaces de desarrollar diferentes habilidades y formas de procesar la información, de manera que pudiera alcanzarse el aprendizaje holístico
Para que los educandos puedan adaptar un aprendizaje profundo y no superficial, es necesario que aprendan a utilizar ciertas estrategias mentales conscientes e intencionales que rigen las acciones para adquirir un determinado aprendizaje. Es por ello, que la consolidación del aprendizaje autónomo exige enriquecer el rol de receptor para transformarse en planificador, director y constructor en su trabajo intelectual, además de llegar a ser un evaluador de su propio compromiso.
Y, el otro escenario implica una intervención más intrínseca del docente, con un rol motivador de acompañamiento, tutor y guía, lo cual, le permitirá conocer profundamente a sus estudiantes y a reconocer sus intereses, diferencias y estilos para aprender. Son otros roles que requieren pensar y planear en manera distinta los diferentes escenarios, medios, recursos y estrategias pedagógica.
En síntesis, el aprendizaje autónomo es un aprendizaje transcendental en el que las personas toman decisiones importantes sobre su propio aprendizaje, lo cual, les permite autodirigirlo en función de unas necesidades, metas o propósitos, acciones, tiempos y de acuerdo con los recursos y escenarios de que dispone del contexto. El aprendizaje autónomo facilita que las personas aprendan a aprender a través del ejercicio y desarrollo de competencias o habilidades cognitivas, metacognitivas, afectivas e interactivas.